[5/10] La vida contemplada desde una soleada playa, la muerte trágica vista desde la mayor superficialidad, y los afectos en un entorno comprometido con la causa homosexual. Así podíamos resumir la propuesta de François Ozon en “Mi refugio”, donde vuelve a colocar a sus personajes en situaciones dramáticas críticas, pero que no acierta a insuflarles fuerza ni a conmover al espectador. Louis y Mousse son una joven pareja a quienes la heroína les juega una mala pasada: él muere de sobredosis y ella logra salir de un coma, a la vez que los médicos le dicen que está embarazada. Tras el funeral y presiones para que aborte, huye a una casita de la costa para recuperarse y tener el bebé, y hasta allá llega poco después Paul, el hermano gay del difunto Louis.
La primera escena de la pareja drogándose es dura y encierra todo el dramatismo del realismo más crudo. Pero ahí se termina la fuerza de la puesta en escena, que en adelante deriva hacia lo intimista –con algún inserto onírico–, con una narrativa sin nervio y situaciones poco convincentes hasta desembocar en un final forzado e inverosímil, sólo inteligible por una toma de postura a favor de la causa homosexual y de su derecho a la adopción… pero no por el dibujo de una madre que ha decidido llevar a término su embarazo –“por curiosidad”, dice– y que nunca ha dado muestras de duda o fragilidad en su capacidad. Los personajes carecen de fuerza interior y sus sentimientos permanecen en la superficie: no apreciamos tensión ni drama en Mousse tras la tragedia –¡consigue llegar a tiempo al entierro!–, ni aturdimiento o sentimiento de culpa, ni rechazo o amor por el hijo que nacerá. Nada en su vida parece determinar su futuro ni mueve al espectador, y la interpretación de Isabelle Carré no puede hacer nada para interiorizar las emociones y a transmitir lo que le pasa.
Tampoco el resto de personajes parecen mejor retratados en el guión: desaprovecha Ozon todas las posibilidades del pasado de un Louis enfrentado con su familia o de las relaciones con su hermano, incorpora a Serge para dar rienda suelta a la afectividad de Paul y a una mujer estereotipada en la playa para defender la maternidad, mientras que dibuja a Paul como un joven sensible y tolerante pero sin trazar una sombra que ayude a darle personalidad. Una galería de personajes al servicio de una idea que ya estaba presente en “El tiempo que queda”, donde también Melvil Poupaud tenía un papel homosexual que entraba en contacto con la muerte y que se consolaba en los afectos. Metida con calzador es la escena de la relación pasajera con el ligón de las vistas al mar, lo mismo que ese plano-contraplano pretencioso en que los dos hermanos parecen confundirse en la mirada de Mousse.
Sin duda, lo mejor de este drama poco equilibrado es una fotografía que invade de luz cálida unos bellos entornos, y también una planificación que respira sensibilidad y oficio. Pero su falta de hondura y su voluntad ideológica pesan demasiado, y dejan al espectador con la superficial sensación de no saber qué sentía o qué pensaba esa madre antes de descubrir que no estaba preparada. Al final, parece que hemos asistido a un drama desinflado de unas cuantas madres prefabricadas y de sustitutos artificiosos, donde la emoción buscada no llega ni por la tragedia de la muerte ni por la belleza de la vida.
Calificación: 5/10
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En las imágenes: Fotogramas de “Mi refugio” – Copyright © 2009 Eurowide Film Production. Distribuida en España por Karma Films. Todos los derechos reservados.
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