Mi segunda cita con el ginecólogo de la Seguridad Social

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

Aunque haya comenzado mi viaje a través de los tratamientos de reproducción asistida por lo privado, el pasado mes de septiembre acudí a mi doctora de cabecera con tal de empezar la burocracia de la seguridad social y conseguir estar en esa codiciada lista de espera.

Ella fue la que me derivó al ginecólogo, dentro del mismo centro de salud, y con el que me cité que el pasado 4 de Noviembre. Sí, fue aquella visita, con aquel doctor guapérrimo que vomitaba gilipolleces por su boca.

Según sus instrucciones, debía esperar la llamada del hospital, directamente de la unidad de reproducción asistida (RA).

A finales de diciembre, estando yo en plena betaespera de mi FIV, recibí una llamada que me citaba de nuevo en el centro de salud porque “faltaban algunas pruebas”.

Tuve esta cita el pasado viernes 16 de enero, es decir, 4 meses después de mi primera visita al ambulatorio, 2 meses después de ver al doctor-guapo-vomitón.

Y como no, allí estaba él otra vez. Mejor os pongo como fue la conversación, porque veréis, que no tiene desperdicio alguno:

G: ¡Uy, hola! ¿Qué pasa, qué te cuentas?

C: Pues nada nuevo. Me llamaron diciendo que faltaban algunas pruebas. Yo lo único nuevo que te puedo enseñar es mi antimulleriana.

G: Mira, es que, ¡cómo son estos burócratas! Resulta que hay que volver a enviar las solicitudes añadiendo este papelito. Una cosa que ha salido esta semana, una tontería, vamos.

C: Ah, vale.

G: A ver, enséñame tus pruebas.

C: Aquí están mis análisis hormonales con la FSH, el seminograma de mi marido y mi hormona antimulleriana.

(se para a mirar mi antimulleriana)

G: Vale, tienes fertilidad baja, pero como media España ¡eh! nada fuera de lo normal.

C: o_0 Si? En serio? Querrás decir como media España de más de 40 años, ¿no? ¡Qué yo no tengo ni 30!

G: (se calla y mira el ordenador) Vale, necesito los datos personales tuyos y de tu marido para ponerlos en esta hojita, y nada, a esperar la llamada. No has hecho ninguna FIV, ¿verdad?

C: No, no. Sólo hice un ciclo con Omifín, como ya te comenté.

G: Pues nada. Ya te he tomado nota de todos los datos. Espera la llamada del hospital y mientras tanto, ¡ataca a tu marido! Pero no le digas que ovulas, así en plan sorpresa.

C: Lo he probado todo en este tiempo, no me dices nada nuevo.

Y salí de la consulta.

Salí con ganas de llorar. Sentí impotencia. Y sobre todo, di gracias de poder haber utilizado mi seguro privado para hacer mi primera FIV, porque con personajes así, hubiese entrado en depresión ipso facto.

¿Cómo tiene las narices de decirme que “ataque a mi marido sin decirle que ovulo“? ¿Pero que se ha pensado ese tío que somos? ¿Por qué no se ha dignado ni a hacerme una mísera ecografía?

Lo que más rabia me da es que no llamen a las cosas por su nombre y le quiten importancia a mi fallo ovárico prematuro. Es evidente que no estoy bien.

Hay que ser muy paleto para que yo, una mindundi con un blog, que lee artículos científicos y contrasta análisis hormonales con otras compañeras, sea capaz de ver en los resultados que ahí hay un problema y él no. O que los vea, pero que pase de mi cara como de la mierda y lo único que le interese sea cobrar su nómina e irse a su casa.

Algunas compañeras de Twitter dijeron algo que me llamó mucho la atención y que probablemente, sea la razón.

Recortes encubiertos.

No me extrañaría nada que se “perdiesen” esas solicitudes a propósito, y si por el camino, alguna de nosotras se queda embarazada, pues mejor, una menos a la que atender. Casualmente, a mi amiga Lara, le pasó algo parecido la semana pasada, sólo que ella había perdido 9 meses.

Estoy enfadada con esta situación y estoy muy agradecida al universo de poder ir por lo privado. Gracias a que el seguro privado nos ha cubierto esta primera FIV, económicamente se nos presenta todo más factible.

Espero, de todo corazón, no tener que ir a esa visita en el hospital porque Bonito y Campeón hayan decidido quedarse conmigo.