Llega el salón y, por estas fechas, uno tenía la costumbre, ya saben, de hacer selecciones variadas: “La Selección de la Cárcel”, “La selección de 100€”, “Sólo puede quedar uno”… Lo de siempre, listas para entretenimiento privado y de los que aparecieran por aquí. Nunca he sabido si, realmente, llegaban a ser útiles, pero hay dos cosas seguras: a muchos le gustaban y, a mí, también. Así que ya puestos, como yo estaba haciendo mi particular lista de compras, pues la comparto. La lista la hago con el obligado listado de Entrecomics, sin duda el más completo, usando tanto los meses de abril como los de mayo, ya que muchas novedades se han solapado con las del Día del Libro.
Vamos allá: a primera vista, la verdad es que la sensación es de desolación. Bueno, no más que desolación, cierta decepción. Quizás es que estábamos malacostumbrados, a listas interminables con centenares de novedades que siempre tenían algunos títulos de esos de impacto absoluto, que te hacen babear de gusto con sólo pensarlos.
Este año la lista es exigua, con títulos que casi piden permiso con timidez para salir. Quizás porque los gordos, los llamados a llevarse los premios (Sacco, Ware, Beto, etc), ya han salido durante los primeros meses del año. Quizás, porque antes las editoriales eran de tebeos y esperaban a quemar sus naves en el Saló y, ahora, las editoriales son grandes grupos de la edición de libros a los que el Saló les importa relativamente poco. No lo sé. El caso es que visto el listado, me ha costado encontrar un título completamente indispensable para esta cita catalana. Si tuviera que elegir de todos los que siguen a continuación, me quedaría sin duda con el libro de Kurtzman, pero es algo ya publicado en nuestro país. Aunque en penosas condiciones (¿recuerdan ustedes aquella miniatura llamada Biblioteca EC?), no es estrictamente una novedad.
En cualquier caso, ahí va la lista, a falta de la lista que más me interesa desde hace años (la de fanzines y autoeditores, que este año vendrá vitaminada por la Gutter Fest y Graf), ahí va la lista de novedades que me hacen tilín este año. Como siempre, personal e intransferible.
- Cutlas, el vaquero samurái, de Calpurnio (Panini). Una obra maestra del cómic. Un continuo reto a las posibilidades expresivas del medio. Un delirio sin límite. Vamos, que no me lo pierdo ni jarto güiski.
- FF2, de Matt Fraction y Mike Allred (Panini). No he leído esta serie, pero los comentarios son los suficientemente elogiosos como para picarme el gusanillo de leer algo de superhéroes.
- He visto ballenas, de Javier de Isusi (Astiberri). El tema (la situación del País Vasco), atrae. Que lo firme Isusi, más, porque ha demostrado una especial inteligencia para tratar sus obras.
- Las guerras silenciosas, de Jaime Martín (Norma). Martín es un fuera de serie que vuelve otra vez al relato personal y autobiográfico con esta historia sobre la mili. Es un narrador dotado, pero sus aproximaciones al género nunca me llegaron como las series de los Primos del Parque o Sangre de Barrio. Volver a esa época con ese trayecto posterio de aprendizaje narrativo promete.
- La marca amarilla, de Edgar P. Jacobs (Norma). Edición de lujo de un tebeo que me suliveya. Que sí, que Jacobs es reiterativo, que sus textos son infinitos… Pero La marca amarilla tiene su punto retro y, sobre todo, esa componente nostálgica inocente en la que, de vez en cuando, vale la pena zambullirse.
- ¡Cadáver en el Imjin! y otras historias bélicas, de Harvey Kurtzman (Norma). Vale, paren las máquinas. EL CÓMIC del salón. No por su temática bélica (que, reconozco, no me llama especialmente), sino porque Kurtzman es capaz de desarrollar las reflexiones más lúcidas sobre la guerra desde un planteamiento narrativo de una modernidad aún hoy no superada. Indispensable.
- I am hero 7, Kengo Hanazawa (Norma). Sí, estoy enganchado, ¿qué pasa? Buen entretenimiento con una aproximación diferente a los zombis de siempre.
- Marte, Ida y Vuelta, de Pierre Wazem (La Cúpula). Apúntenme al bando de a los que les gustó mucho Koma, la obra que realizó con Peteers. Sumen ustedes que no me disgustan las colaboraciones con Tirabosco y el resultado de la ecuación es que tengo muchas ganas de leer una obra suya en solitario.
- Tarzán vol. 1, de Russ Manning (Livros de Papel) No soy un gran aficionado a Tarzán. Ni siquiera me interesan mucho las tiras de Manning, gran dibujante, lo reconozco, pero de un estilo que no me llama. Pero la labor de Caldas es tan necesaria, tan brillante, que hay que apoyarle, saque lo que saque.
- La entrevista, de Manuele Fior (Salamandra Graphic). Fior me deslumbró con 5000 km por segundo y me dejó maravillado con La señorita Else. Dicen las malas lenguas que esta obra es todavía mejor. Para mí, la cuarta gran novedad del salón
- Cuadernos rusos, de Igort (Salamandra Graphic). Igort deambula a veces entre la genialidad y obras que me dejan frío, frío. Pero siempre hay que darle una oportunidad, sobre todo después de las interesantes entregas de cuadernos anteriores.
- Last Man 1, de Balak, Sanlaville y Vivès (Diábolo). Divertidísimo tebeo de aventuras, un delirio que acumula todas las influencias que deglutieron los niños de finales del s. XX, del manga a los videojuegos.
- La técnica del perineo, de Ryuppert y Mulot (Diábolo). Ya lo comenté por aquí: esta pareja hace los tebeos más sorprendentes del panorama francés. E incluso lo hacen desde el mainstream más puro. Se han edulcorado en lo experimental, pero su inteligente discurso está incólume. Excelente, la segunda gran novedad del salón.
- El polo sur, de Alexis Nolla (Apa Apa) Nolla es un autor a seguir, ya sea haciendo una pequeña colaboración en un fanzine o las obras que ya ha publicado con esta editorial. Fijo en la compra.
- El Bus, de Paul Kirchner (Ninth Ediciones). La obra de Kirchner es tan exigua como fundamental. Surrealismo delirante con dosis de humor negro vitriólico en uno de los tebeos más sugerentes de la década de los 80. La gran tercera novedad del salón.
- El colecionista, de Toppi (Ninth ediciones). Nadie entiende la narrativa gráfica como Toppi. Su concepción es de un barroquismo complejo, que aprovecha hasta el último resquicio de su trazo para dirigir la vista del lector. Sí, sus guiones no son lo mejor, pero su brillantez gráfica es tal que todo se le perdona.
- Manos Kelly Integral, de Hernández Palacios (Ponent Mon). No soy un gran fan de Hernández Palacios, siempre me ha parecido demasiado estático en su planteamiento narrativo. Pero Manos Kelly es una obra entretenida y divertida que marcó en cierta forma la historia del tebeo en este país al aparece en Trinca, abriendo la puerta a una forma más europea de contar historias de aventuras en tebeo.
- Garabatos, de Liniers (reservoir Books). Liniers para niños. Me da igual, siempre que leo a Liniers me siento como un niño.
- Seraphim, de Satoshi Kon (Planeta de Agostini). El Kon director de cine es magistral. El dibujante, excelente. Hay tan pocas obras de Kon en papel que es obligatorio leerlas todas.
- Degenerado, Chloé Cruchaudet (dibbuks) No he leído nada de Cruchadet, pero viene avalada con montones de premios y, sobre todo, por excelentes reseñas en mis webs de referencia de BD, así que le daré oportunidad.
- Masala Chai, Christian Cailleaux (dibbuks). Cailleaux me ganó con la espléndida R97 y no pienso fallarle.
- Tyler Cross Río Bravo, Fabien Nury y Brüno (dibbuks) Me encanta Brüno y Nury es un guionista solvente, razón más que sobrada para darle oportunidad a esat incursión en el género negro.
- Pioneros del Cómic. Monsieur Criptograme y otras historias, de varios autores (El Nadir) Esta pequeña editorial sigue haciendo arqueología de lujo de la historieta. Necesaria, obligada para entender el medio que amamos.
- La canción de Apolo, de Osamu Tezuka (ECC) Y la quinta novedad inexcusable. Leída ya y, aunque no sea una de las grandes del maestro japonés, tiene momentos de una poesía increíble y, también, la escena más dura y cruel que jamás he visto en un tebeo.
- Putokrio, de Jorge Riera y otros (Ponent). Jorge ha sido siempre un provocador nato. Un ego desmedido en busca de reconocimiento que, a diferencia de otros, tiene una tendencia autodestructiva que le da una perspectiva completamente distinta a sus obras. Putokrio es un resumen perfecto de esa fascinante dualidad. Y salgo yo en un cameo :)