Esta entrada surge por dos motivos: el primero de ellos nace el pasado fin de semana de una animosa discusión de taxi con dos funcionarios. Ambos ocupan su silla en una Biblioteca universitaria de la Comunidad de Madrid. Y vaya, la discusión fue violenta. Sobre todo por mi habitual costumbre de tocar ciertas partes nobles hasta límites insospechados. El segundo de los motivos por el cual hoy ofrezca una bonita solución a la "problemática" funcionarial, se deriva de la situación vivida en Grecia y cómo van a ser precisamente éstos, los funcionarios, los que paguen la mayor parte del pato.
Aunque haya dicho al inicio de estas líneas que la situación del funcionariado (y por ende, todos los trabajadores públicos de cualquier Administración, ya sea local, provincial o autonómica) no sea un problema, lo cierto es que sí son parte de la solución a la sangría económica que sufre el Estado en cuanto a gastos se refiere.
Vuelvo a insistir, soy un convencido de que debe haber labor pública. No sólo lo creo ideológicamente, sino que de los servicios públicos se deriva una buena salud del 'Estado del bienestar'. Lo malo es la dichosa productividad. Un funcionario cubre un servicio, una necesidad, pero es un gasto para el Estado que no es contraembolsado de ninguna manera.
Por ello, aquí van algunas humildes soluciones sobre cómo reducir gastos haciendo 'tiro al plato' con los trabajadores públicos:
2. Controles de "productividad". Como la mayoría de los trabajadores públicos ofrecen servicios no pagados, es casi imposible baremar si un funcionario hace su labor correcta o incorrectamente. Con los dos bibliotecarios anteriormente citados bromeaba sobre un control a la hora de hacer los préstamos de libros, y en este caso, sería bueno, por ejemplo, saber si dicha función se cumple de manera correcta y cómo.
3. Adiós al trabajo vitalicio. Fundamental, se acabó el trabajo para toda la vida. Seamos sinceros, realistas y prácticos, alguien que accede a un trabajo del cual sabe que no le van a despedir bajar su potencial umbral de productividad. Y una vez más hablamos de este término tan ambiguo en la labor pública.
4. Porcesos de acceso y despedida. "Es muy duro pasar una Oposición y por ello el trabajo para siempre es la recompensa". Pues bien, ni lo uno, ni lo otro. Enlazando con el tema anterior, se acabó los duros procesos de selección. Como en mi funcionariado perfecto existe el despido, las pruebas de acceso serán más ágiles, así como los procesos para despedir a un trabajador que no cumple con la carga de trabajo correspondiente.
5. Nada de extras. Esto puede ser lo más duro, pero me parece irreal que un trabajador público, bajo el modelo actual, reciba ningún tipo de paga extra. ¿Por qué?, por estar puntual en su trabajo. Insisto por enésima vez, no hay producción cuantificable, luego no hay rendimiento pero si gasto.
Éstas serían mis medidas. Claro está, imperiosamente necesarias en tiempo de crisis, y fuera de ese periodo para mí serían medidas nada descabelladas.
No obstante, vuelvo a repetir para que quede claro, que no tengo nada en contra de los funcionarios ni los trabajadores de la Administración. Que debe haber un cupo fijo de trabajadores que hagan un servicio, y que ese servicio debe prestarse. Pero dentro de todo ello, habría que hacer reformas necesarias.
Si algún funcionario lee esto, pensará que la crisis no es culpa suya, y yo les doy la razón, pero las cosas están así y hay que tomar medidas.