Me había olvidado de que una vez fui madre. Adopté una tartaruga a la que llamé Marcelinha, tengo el certificado que encontré buscando un documento. No creo que me sirva para hacer el trámite que necesito pero devino muy importante. Me sirvió para recordar mis proyectos familiares. Un año después quise darle a Marcelinha un hermanito mejicano. Y no pudo ser, no daban delfines en adopción. Insistí pero no conseguí nada. Solo pude sacarme una foto. Así me quitaron la posibilidad de formar mi familia tipo. El tipo faltaba pero los niños comprenderían que una familia tipo de este tipo no tendría un solo tipo… vendrían tipos de vez en cuando y quizá, alguna vez, algún tipo de amor.
Una tortuga adoptada que debe andar por ahí… un delfín que no pudo ser… el documento que no aparece… y tras estos tontos renglones que no eran tontos mientras estaban vacíos, me doy cuenta de que todo lo que escribo es para postergar lo que quiero decir. Llegado el renglón veinte, ya no tiene sentido. Me voy a tomar dos más para poner tu cara en mis manos, dejarte los ojos clavados en donde me dejes y decirte que con vos me pondría a engendrar gatos, monos, búfalos, mariposas, dragones, sirenas… lo que sea que me hagas parir de tanto aparearnos como animales. Y criaríamos música, danza, poesía, silencio de tanto amarnos… como animales.
Rafael Navarro