Mi viaje a Rusia: día 7, monasterio de Sergiev Posad y mercado Izmailovo

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Día 5: Moscú esencial
Día 6: Galería Tretiakov, Metro de Moscú, calle Arvat

Monasterio de Sergiev Posad

Este día era libre, pero pagué la carísima excursión, a pesar de la guía, porque no veía qué hacer en Moscú un día entero. La verdad es que es lo que más me gustó de todo la parte del viaje de Moscú (y ni siquiera está en Moscú): Sergiev es un conjunto arquitectónico precioso con una historia interesante y mereció la pena aunque solo fuera por verlo. Además, sorprendentemente, nuestra guía mejoró mucho y se la notaba más suelta y menos papagallo.
Nos contó la historia de san Sergio y del propio monasterio, vimos todos los edificios de interés (Iglesia en honor a la Descendencia del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, Catedral de la Asunción, el lugar donde reside a veces el máximo representante de la Iglesia Ortodoxa, el seminario...), algunos por dentro (incluyendo el féretro de plata del santo, que tenía una cola inmensa) acompañados por uno de los monjes.
Luego, nos dieron tiempo libre. Había una fuente de agua milagrosa, pero había tantísima gente esperando que decidí pasar de llenar mi espolvoreador en ella y aproveché para ir a un mercadillo con tiendas de souvenirs que estaban tirados de precio y se podían pagar en euros (por lo que acabé con una caja lacada más, esta una falsificación que daba bastante el pego y tenía un precio más razonable; una estola de piel y dos cajitas de madera). Luego, de camino a la comida nos hablaron de las diferencias entre el cristianismo ortodoxo y católico y de la caída de la URSS (esto, porque se lo solicitaron).

Mercado Izmailovo

La comida fue de vuelta a Moscú, estilo bufé, así que podíamos elegir más o menos lo que nos gustaba y me pegué un atracón. Por fin salí saciada de una comida en ese país. Luego fuimos al mercado de Izmalovo, que consiguió reconciliarme con la ciudad de Moscú (aunque no lo suficiente como para querer volver, al menos me fui con mejor sabor de boca).
Es una reproducción artificial de lo que sería un kremlim ruso antiguo, con su palacio (construido siguiendo los planos originales del Palacio del Zar Alexei), iglesia (esta es iglesia de verdad), molino, casas, muralla, etcétera. Eso es más o menos lo que había esperado encontrar en el centro de la capital, en los alrededores de la Plaza Roja o en el Kremlim. Vamos, que me pareció más auténtico que la ciudad de verdad, aunque sea una reproducción con el objetivo de atraer turistas al mercado.
Este tiene dos partes: una que es más como el Rastro de Madrid en la zona donde venden cosas antiguas y otra que tiene básicamente los mismos souvenirs que encontramos en todas partes, pero un poco más baratos o con posibilidad de regateo. Algo encontré para comprar (dos fundas para gafas y un gorro que tuve que poner en cuarentena porque encontré un bicho en él) pero no conseguí gastarme todo el dinero que llevaba y eso que solo había cambiado 40 € y ya llevaba gastada casi la mitad.
En cualquier caso, esta sí que es una visita IMPRESCINDIBLE para los que van a Moscú. Y llega el metro hasta allí.

Últimos paseos por la ciudad y vuelta a casa:

Luego nos llevaron al hotel y, como era muy pronto, tras asegurarme de que el gorro no me había pegado ningún bicho al probármelo, me fui a dar una vuelta cortita y encontré una iglesia muy chula y otra que no tanto. Luego, volví al hotel para relajarme un poco y cenar.

Al día siguiente, no me molesté en madrugar (¿para qué, para ver gradas?) pero aun así me dio tiempo a ir a ver un monasterio que estaba a media hora del hotel andando. Me podría haber ahorrado el paseo, que era por una zona fea que mezclaba polígono y residencias, porque además no había forma humana de acceder al monasterio para verlo de cerca.
Luego, en el checkout, se negaron a darme mi pasaporte hasta que llegara el resto del grupo aunque los demás, conforme iban llegando, lo pedían y se lo daban, lo que me obligó a hacer cola otra vez para que me lo dieran por fin, aunque con una cara de rancios que no podían con ella.

Luego nos llevaron al aeropuerto como tres horas antes del vuelo, por lo que recorrí todas las tiendas para gastar lo que me quedaba de dinero y, como estaba todo en euros, de todos modos me estafaron con el cambio. Compré unos bombones que, para variar, no eran 100% chocolate, sino mezclados con sabor a fruta.

Rematamos mi último día en Rusia con un vuelo que salió con bastante retraso, que tuvo turbulencias todo el trayecto y que llegó con una hora de retraso a Madrid, donde por suerte vinieron a buscarme.
Definitivamente no vuelvo a Moscú. A San Petersburgo sí.

Consejos y curiosidades para viajar a Rusia

Los souvenirs:

En general, encontré San Petersburgo más barato que Moscú. Si compras en esta última, olvídate de las tiendas y vete al mercadillo de Izmailovo, que además de molar más tiene las cosas más baratas. Eso sí, cuidado porque si quieres algo artesano tienes que estar pendiente de que no te cuelen una falsificación. En puestos y mercadillos, es fácil que así sea. Si no eres tan escrupuloso y te da igual, la falsificación te saldrá más barata en un mercadillo (y la calidad de la falsificación es mejor).
Por ejemplo, yo quería una caja auténtica, que es diminuta y me costó 130€, pero para la segunda caja me dio un poco más igual y me gasté 40 en una no certificada pero que da el pego: la diferencia de precio estaba en la calidad y en la autenticidad, pero también me encontré con falsificaciones sin certificar a precio de caja auténtica, así que hay que ir con mil ojos. Se nota mucho en el nivel de detalle del dibujo y en el material del que están hechas.
Casi todos los souvenirs, en general, son bastante cutres, aunque las cajas son una monada. Son artesanales, hechas con laca y luego pintadas a mano (diferentes precios y calidades, mejor comparar). Las tienes con distintos dibujos, las tradicionales son las de ilustraciones de cuentos de hadas. Merece la pena comprar las buenas, que son las que vienen certificadas, de hecho, los rusos las compran como si fuera un tesoro y las heredan de generación en generación. El resto de cajas de madera que he visto, como talladas, son muy bonitas pero se nota que están hechas con láser y técnicas no tan tradicionales, aunque la que me compré en Serguiev da bastante el pego con respecto a las "auténticas" (lo dicho: mejor en mercadillo, mejores falsificaciones por precios razonables).

También tienen platos y cucharas pintados pero no parece que sea a mano, salvo en las tiendas caras. Y tienes otros regalitos de madera, como adornos para el árbol de Navidad, que son bastante vistosos.

Las matrioskas las puedes encontrar de todas formas. La clásica es la muñeca (tienes luego desde gatos hasta personajes conocidos, pero son de precios prohibitivos y traen tres solo), tienes que estar muy pendiente del precio, de la calidad de los materiales, de si están pintadas a mano o no y de cuántas muñecas entran una dentro de la otra. En la mayoría de las tiendas de souvenir son tres. Lo suyo es que por lo menos sean cinco, de madera y pintadas a mano. Las he visto así de cinco desde 250 rublos (aunque son algo feas), aunque lo más fácil es encontrarlas a partir de 550 (yo pagué 450 por unas muy monas, en el restaurante que tenía algunos souvenirs).

También, por supuesto, hay muchas cosas de piel, el precio varía según el tipo de animal que sea. Hay unas botas de ante muy típicas que tienen una pinta genial por calentitas, aunque parece que resbalan y son bastante caras.
Otra cosa original para llevarse (si te gustan esos temas) son los innumerables artículos de la época soviética, que van desde cámaras antiguas a cosas de propaganda, medallas, gorras militares...
Y a muy malas siempre puedes llevar chocolate (hay cajas con motivos tradicionales y tabletas que conservan la estética soviética, la más típica, que nos recomendó nuestra guía, es la que tiene una niña mofletuda en el papel) o vodka o caviar (cuidado con las cantidades, sin embargo... hay restricciones, por lo que tengo entendido).

Encontrar marcapáginas es una odisea y cuesta encontrar imanes que se salgan de lo que se vende en todas partes. Había también mucho del Mundial, aunque ya hubiera pasado, pero quiero creer que pronto desaparecerán de las tiendas.