Hace casi tres meses me tocó ir a Washington D.C. a sacar mi nuevo pasaporte. Compré mi pasaje con tres semanas de antelación por Spirit, y me salió súper económico, aproximadamente 120 dólares, ida y vuelta. Viviane me recibió en el aeropuerto, la tía de mi mejor amiga, y desde que me monté en el carro nos tratamos como si nos conociéramos desde hacía mucho tiempo aunque era la primera vez que nos veíamos, pero creo que por tantas historias contadas por Ale nos conocíamos a distancia. Viviane y su familia, los Matos, viven en el D.C. desde hace muchos años, aunque no es exactamente el centro en donde está su casa, sino en una zona llamada Kensington que queda a 5 minutos de la estación Grosvenor-Strathmore. Esta zona es lo que se conoce como los suburbios, hay casas bellas de todos los tamaños, todo está rodeado de muchos árboles, es súper tranquilo, se oyen los pajaritos y hay que tener cuidado porque los venados se atraviesan en la vía. Mi estadía fue fenomenal, me trataron como una amiga más y compartimos muchísimo. Les agradezco un montón que me hayan recibido en su casa sin conocerme y me hayan enseñado tanto de la capital, porque además de haber sido una ciudad bonita, ellos me la hicieron más bella. El primer día de mi llegada acompañé a Viviane a hacer una diligencia en Annapolis, la capital del estado de Maryland, una ciudad que se encuentra a orillas del río Severn, cerca de la bahía de Chesapeake. Muchas de las construcciones están hechas en ladrillitos rojos, con ventanas grandes y bordes blancos, Las calles tienen ese lado antiguo que te hacen olvidar el presente y te remontan a otra época. Y aunque los edificios están pegados uno al lado del otro a veces podemos encontrar una distancia del ancho de una persona entre ellas, que se convierten en atajos. Como el clima estaba muy grato (llegué en época de frío pero ese día estaba fresco) caminamos un buen rato visitando galerías que, por la proximidad a la bahía, exhiben y venden cuadros, fotos, esculturas y adornos de barcos. Seguimos recorriendo hasta la orilla del río donde nos sentamos un rato en los banquitos y disfrutamos de la vista, que no tiene desperdicio. Leyendo un poco sobre la historia de esta ciudad encontré que fue fundada en 1649 y que su nombre se debió a a la Princesa Ana de Gran Bretaña. Por un tiempo fue la capital de Estados Unidos hasta la firma del Tratado de París (donde se reconoce la independencia de EEUU) en 1783. Curioseando un poco en la página web de la ciudad encontré algo súper interesante, y es que puedes caminar por Annapolis como lo hicieron George Washington o Thomas Jefferson mientras esta fue la capital, y si entrecierras un poco los ojos, verás la ciudad igual a como la vieron ellos en su época. Casi nada ¿no? Por cierto, en Annapolis se encuentra la Escuela Naval de Estados Unidos, así que es muy normal ver uniformados caminando y a veces siendo piropeados por chicas (y viceversa). Les dejo esto por ahora, y la luego vendré con el resto de mi visita visita a Washington. Besos. Lu.
Hace casi tres meses me tocó ir a Washington D.C. a sacar mi nuevo pasaporte. Compré mi pasaje con tres semanas de antelación por Spirit, y me salió súper económico, aproximadamente 120 dólares, ida y vuelta. Viviane me recibió en el aeropuerto, la tía de mi mejor amiga, y desde que me monté en el carro nos tratamos como si nos conociéramos desde hacía mucho tiempo aunque era la primera vez que nos veíamos, pero creo que por tantas historias contadas por Ale nos conocíamos a distancia. Viviane y su familia, los Matos, viven en el D.C. desde hace muchos años, aunque no es exactamente el centro en donde está su casa, sino en una zona llamada Kensington que queda a 5 minutos de la estación Grosvenor-Strathmore. Esta zona es lo que se conoce como los suburbios, hay casas bellas de todos los tamaños, todo está rodeado de muchos árboles, es súper tranquilo, se oyen los pajaritos y hay que tener cuidado porque los venados se atraviesan en la vía. Mi estadía fue fenomenal, me trataron como una amiga más y compartimos muchísimo. Les agradezco un montón que me hayan recibido en su casa sin conocerme y me hayan enseñado tanto de la capital, porque además de haber sido una ciudad bonita, ellos me la hicieron más bella. El primer día de mi llegada acompañé a Viviane a hacer una diligencia en Annapolis, la capital del estado de Maryland, una ciudad que se encuentra a orillas del río Severn, cerca de la bahía de Chesapeake. Muchas de las construcciones están hechas en ladrillitos rojos, con ventanas grandes y bordes blancos, Las calles tienen ese lado antiguo que te hacen olvidar el presente y te remontan a otra época. Y aunque los edificios están pegados uno al lado del otro a veces podemos encontrar una distancia del ancho de una persona entre ellas, que se convierten en atajos. Como el clima estaba muy grato (llegué en época de frío pero ese día estaba fresco) caminamos un buen rato visitando galerías que, por la proximidad a la bahía, exhiben y venden cuadros, fotos, esculturas y adornos de barcos. Seguimos recorriendo hasta la orilla del río donde nos sentamos un rato en los banquitos y disfrutamos de la vista, que no tiene desperdicio. Leyendo un poco sobre la historia de esta ciudad encontré que fue fundada en 1649 y que su nombre se debió a a la Princesa Ana de Gran Bretaña. Por un tiempo fue la capital de Estados Unidos hasta la firma del Tratado de París (donde se reconoce la independencia de EEUU) en 1783. Curioseando un poco en la página web de la ciudad encontré algo súper interesante, y es que puedes caminar por Annapolis como lo hicieron George Washington o Thomas Jefferson mientras esta fue la capital, y si entrecierras un poco los ojos, verás la ciudad igual a como la vieron ellos en su época. Casi nada ¿no? Por cierto, en Annapolis se encuentra la Escuela Naval de Estados Unidos, así que es muy normal ver uniformados caminando y a veces siendo piropeados por chicas (y viceversa). Les dejo esto por ahora, y la luego vendré con el resto de mi visita visita a Washington. Besos. Lu.