El auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA desbordaba. Todos los asientos estaban ocupados, en las puertas se apiñaba gente, el público se sentaba en los pasillos. Características inéditas para la presentación de un libro: la autobiografía escrita por un hombre fallecido hace 72 años. Sin embargo, no se trata de las memorias de cualquier persona, sino del libro Mi vida. Intento autobiográfico escrito por León Trotsky, el fundador de la Cuarta Internacional. O el constructor del Ejército Rojo. O el socio de Vladimir Lenin en el Partido Bolchevique a la hora de tomar el poder en Rusia. O el principal enemigo del Josep Stalin y su Termidor restauracionista. O, sencillamente, uno de los más grandes revolucionarios de la historia contemporánea. El martes 4, la convocatoria a debatir sobre el legado inscripto en las páginas de su vida convocó a casi un millar de personas en el barrio de Constitución.
En el escenario se encontraban Gabriela Lizst (responsable de esta nueva edición del libro, que consta de un elaborado apartado crítico y anexos inéditos en español), Jorge Altamira y Christian Castillo, dirigentes del Partido Obrero y del Partido de los Trabajadores Socialistas, respectivamente, y miembros de la última fórmula presidencial del Frente de Izquierda. Luego del saludo grabado desde México por Esteban Volkov (nieto de Trotsky), Liszt remarcó que la intención del libro es que brinde herramientas a las nuevas generaciones que se vuelcan a la lucha en todo el mundo. El rescate de textos clásicos del marxismo es un trabajo que el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones (Ceip) viene realizando con gran esmero y calidad.
Luego tomó la palabra Jorge Altamira. El dirigente del PO destacó que Mi vida producía que el lector percibiera en sus páginas el espíritu de la Revolución. Altamira señaló que tanto la Odisea de Homero, como el Quijote de Miguel de Cervantes y el Ulises de James Joyce eran libros de viajes. El clásico griego mostraba la travesía de regreso al hogar de Ulises, luego de la guerra de Troya, y mostraba el mercado mundial de su época. El Quijote mostraba el arrebato de un hombre que se lanzaba a la aventura del mundo en medio del nacimiento del capitalismo. El vanguardista texto de Joyce exhibía el viaje al interior, introspectivo, de un hombre en Dublin, ya que la alienación capitalista había interferido con el modo de relacionarse con el exterior de los seres humanos. “Mi vida es el viaje de la revolución mundial. Es la vida de Trotsky, que es mandado a Siberia y se escapa en la nieve, y se mueve a Europa y llega hasta los Estados Unidos. Y escribe sobre los distintos movimientos revolucionarios de los que participa, sin dejar de militar por la revolución en Rusia. Regresa, hace la Revolución, destruye los ejércitos contrarrevolucionarios de 14 naciones, viaja en tren construyendo el Ejército Rojo, conoce la persecución y el exilio, vuelve a viajar. Es la peregrinación de la Revolución Mundial. Es un viaje que será relatado en el futuro, cuando se celebre la revolución socialista en todo el mundo”.
Altamira propuso que el libro sea leído y que se tomen sus enseñanzas para hacerlas carne con el proceso político que se vive en la Argentina, de tal modo que el texto se convierta en un arma efectiva de lucha y no sólo en un tratado del cual se podrían extractar citas y más citas. Por ello, señaló que las memorias de Trotsky no lo muestran como un mero adversario del estalinismo -lo cual sería una simplificación-, sino que su legado es la reivindicación de la revolución de Octubre, la actualidad de la preservación de la independencia de clase contra toda conciliación con la burguesía expresada en los Frentes Populares y la persistencia de la necesidad de la construcción del partido obrero revolucionario. Altamira destacó que la publicación de este libro se producía en medio de una crisis económica mundial descomunal, a la que diferenció de las anteriores crisis capitalistas. “Es la crisis del capitalismo senil. No es lo mismo un resfrío en un niño de dos años que en un hombre de 80. El primero forma parte de la forja de la vida misma. El segundo podría determinar su muerte”, comparó. El dirigente del PO remarcó que la crisis abría un período de posibilidad de ascenso de la izquierda revolucionaria. “El objetivo irrenunciable de un trotskista es la construcción de un partido revolucionario para tomar el poder e imponer la dominación política del proletariado”, explicó.
En el cierre, Christian “Chipi” Castillo destacó que la vida de Trotsky había sido la de un hombre extraordinario y que su vida había estado ligada íntimamente al proceso de la revolución, desde que fuera elegido como secretario del Soviet de Petrogrado en 1905, “porque había podido unir su instinto revolucionario con el pulso político más general” hasta su rol como fundador de la Cuarta Internacional, pasando por los debates con Lenin durante todo el período anterior a Octubre, su participación como fundador de la Zimmerwald internacionalista, la toma del poder en Rusia, su combate por la vigencia de la revolución contra el estalinismo, entre otros picos de su vida. El dirigente del PTS destacó que debía tomarse el texto -en el que Trotsky no sólo describe su vida, sino la de otros hombres extraordinarios que, anónimamente, protagonizaron la Revolución- como un aporte vivo, que debía ser elaborado por los revolucionarios como un bagaje, una herramienta para intervenir en la actualidad.
El auditorio, compuesto mayormente por jóvenes, desbordaba. El futuro le pertenece a los revolucionarios.
Diego Rojas