No sé en qué medida, la vida de uno interesa a los demás. Acaso interesa en una proporción justa, conforme te interese a ti la suya, porque todos tenemos vida, todos sufrimos golpes y quebrantos del destino y quienes se presentan ante los demás como mecenas, a veces se sorprenden de la humanidad que impera en mucha gente, a pesar de esas cifras que ahora nos consideran fríos, solitarios, despreocupados del quebranto que sufren tantas personas en el mundo.
Sé que he vivido en otros mundos, en otras épocas, atrapado o gozando de otro cuerpo. No es que lo sepa porque alguien me lo haya dicho.
Estimó que ustedes también vienen de otros momentos como yo. Por eso, en alguna ocasión, parece normal que nos detengamos a pensar en qué lugar hemos visto antes ese rostro, de qué nos suena tanto. Y deducir, finalmente, que a ese y a otros muchos con los que nos hemos cruzado los conocemos porque hemos coincidido con ellos en otras vidas.
Con esta idea trataba de meterme en la piel del protagonista de una de mis novelas, donde en un ambiente de ficción caben todos los supuestos que podamos hacernos.
Encuentra uno allí también la solución a los problemas, el final feliz a las historias más rocambolescas; todo el amor que ansía, toda la comprensión que necesita, todo el afecto que viene una vez al año, en estas fechas, para algunos, malditas, engañosas, donde, como por arte de magia, la gente está dispuesta a ser por unos días un rey mago.
Alguien que escribe con regularidad en un periódico que ha cumplido 135 años de vida, no debe engañar a sus lectores en fechas tan señaladas como estas. No confíen que se de en otra vida la oportunidad que ahora se les brinda para hacer felices a quienes les rodean.
Estamos a tiempo de reconciliarnos, de perdonar, de amar sin límites, de amar hasta que duela.
Es posible que no haya una segunda vez.
De la sección La Madeja, en Diario Palentino.
Imagen: Pumar59