Muchas cosas se aprenden leyendo. Estas son algunas que este libro de Mia Couto me ha desvelado: La primera fue descubrir que, pese a que el nombre propio Mia apunta a sexo mujer, sin embargo en este caso es hipocorístico de António Emílio Leite Couto, o sea, un hombre. Mi segundo descubrimiento ha sido el de su nacionalidad: mozambiqueña y no portuguesa ni brasileña; mozambiqueño nacido en 1955 en Beira, la segunda ciudad en importancia del país. Al ver su imagen en internet descubro asimismo que es de raza blanca y al informarme lo entiendo: hijo de emigrantes portugueses instalados en Mozambique en los años 50. Mis otros descubrimientos han sido de orden literario según avanzaba en la lectura de los 11 cuentos que componen este libro.
"Cada hombre es una raza"
Sinopsis (proporcionada por la propia editorial)
«Mi raza soy yo mismo. La persona es una humanidad individual. Cada hombre es una raza, señor policía.»
Cuentos de encuentros y desencuentros entre la cultura africana y el racionalismo occidental, entre las tradiciones mágicas y el modernismo escéptico, entre la fantasía y la leyenda.
Estos relatos nos hablan de la ternura de la pasión, de los prejuicios racistas, de las fronteras entre la aldea y el resto del mundo, del contraste entre los colonizadores y los colonizados, o de la venganza última de una esposa engañada.
Mia Couto transforma en literatura viva el habla popular y la historia cotidiana de los habitantes de Mozambique en esta colección de historias que despliegan todo el colorido y la magia del continente africano.
ComentarioColección de 11 cuentos. Mis sensaciones sobre los mismos son bastante desiguales de unos a otros. Los hay que están bastante próximos a la realidad (independencia del país, especialmente) y resultan muy entendibles; los hay que se elevan a zonas espirituosas y/o legendarias en las que -sí, lo confieso- me pierdo estrepitosamente al no dominar sus referentes y mi satisfacción se precipita por el sendero de la insatisfacción; y por último los hay que combinan a la perfección elementos de los dos tipos anteriores y me resultan mágicos, poéticamente literarios, y de gratísima lectura.
En general detecto en ellos unas constantes: los hombres destacan por su vagancia, las mujeres por el misterio y la magia que en sí mismas encierran. Cuando los hombres dejan de lado esta vagancia se decantan por la violencia que roza a veces la barbarie y que en ocasiones, víctimas del alcohol, vierten sobre sus propias mujeres; por su parte las mujeres se presentan como más amables, menos violentas, enamoradizas, deseosas de realizarse como tales, fieles a sus hombres a pesar del maltrato que algunas reciben de ellos. Diríase que es un mundo tradicional el que se muestra, como si no hubiese posibilidad de cambio; sin embargo en varios de los cuentos se atisba el mismo, se vislumbra progreso hacia una mejor relación entre ambos sexos.
Hay muchas referencias al tiempo. El tiempo como un continuum es el propio de las leyendas; luego aparece también el tiempo del mundo antiguo -el país anterior a la independencia- y en el mismo sentido el tiempo futuro en aquellos cuentos en los que la esperanza radica en ese nuevo país que se intuye, que vendrá tras liberarse del colonialismo padecido durante siglos. Estos últimos cuentos están mucho más pegados a la realidad ("Los mástiles de Más Allá", por ejemplo), aunque incluso en ellos los elementos mágicos se hibridan con los reales creando una mezcla que capta al lector ("El apocalipsis privado del tío Gueguê").
En el terreno de la fantasía, de lo legendario es donde cabe situar la mayoría de los relatos, siendo para mí esto uno de los grandes méritos de la literatura de Mia Couto. Las leyendas, el elemento mágico reposa casi siempre en historias de amor, de rapto amoroso, de relación hombre-mujer. Estas historias las transmite el autor con un lenguaje hermoso, bello, muy poético, que al hundirse a veces en tradiciones ancestrales las comunica a través de un habla que se sumerge en la irracionalidad. Lo hace fundamentalmente mediante creaciones léxicas sorprendentes fruto de la unión de dos términos en uno nuevo e inexistente: tiritanteaba, benevalentía, temedrosos, infantasías, sobremarino, sobrevivo, argumentiras, etc. Otras veces esta dimensión irreal, evanescente, de difícil comprensión, la expresa a través de vocablos poco usados o arcaísmos como 'encarrujada', 'cárnido' y otros de este jaez.
Penetrar el ámbito de lo mágico, de la creencia irracional, de lo que difícilmente puede explicarse de manera inteligible exige la utilización de recursos literarios que sirvan para realzarlo. Por ello es frecuentísimo topar en estos cuentos con antítesis, oxímoron, paradojas... También en unas culturas como las de los pueblos mozambiqueños en las que el animismo es elemento central, la lengua debe estilizarse y esforzarse para dar visibilidad a una existencia en la que tienen cabida hechiceros, chamanes o brujos como sucede en el cuento ya de extraño título, "El exfuturo padre y su exviuda", en el que Benjamín, casado con Anabela que le rehúye, deberá por consejo del enfermero Bila pasar tres semanas con una vieja bruja si es que quiere conseguir ser aceptado por ella. También es absolutamente propio de una concepción animista la fusión de contrarios como pasado-futuro, viudez-casorio visibles en el título del cuento citado antes; pero también se constata esta dualidad imposible en la unidad en un mismo ser de los conceptos hombre y mujer:
[la mujer] "me explicó sus razones: sólo ella guardaba la eterna gestación de las fuentes. No siendo ella. yo no estaba completo, hecho sólo con la arrogancia de las mitades. No encontraría yo en ella mujer que fuese mía sino mujer en mí, esa que, en adelante, me encendería en cada luna" ('Mujer en mí')
La persona y su conjunto es lo único importante, lo único real. Cada persona, hombre o mujer, es un todo, es, como reza el título, una raza. Y esto es imposible que cambie. Tan imposible -o mejor, tan ilusorio- como las relaciones de poder que se establecen en esas aldeas y familias de aldeas
—Escucha, João. Siempre me asalta esta duda: ahora soy el criado del colono. ¿Después qué vendrá?Hay en esta colección de cuentos un alegato en contra de la violencia, de su uso gratuito, tan frecuente desgraciadamente en el continente africano, aunque no sólo en él.
—Después vendrá la libertad, padre.
—Tonterías, hijo. Después seremos los criados de ellos, de los mussodjas. Tú no sabes qué es la vida, hijo. Esa gente habituada a los tiros no sabrá hacer otra cosa al final de la guerra. El azadón de ellos es la escopeta. ('Los mástiles del Más Allá')
"Al carecer de víctimas, los bandoleros retiraban los cuerpos de las sepulturas para volverlos a matar" ('El apocalipsis privado del tío Gueguê')Pero sin ninguna duda lo que más capta y emociona de estos cuentos es la inmensa belleza que desprenden merced a la lengua cargada de poesía que su autor ha utilizado para componerlos y que su traductor al español, Mario Morales, logra transmitirnos en la excelente traslación que realiza del idioma portugués al nuestro. He aquí algunos ejemplos destacables.
"Las palizas no son cosa de príncipes. Ellos no propinan golpes o la muerte, los encargan a otros. Nosotros somos la mano de sus voluntades sucias" ('La princesa rusa')
- La belleza de esa niña, sobrino, eres tú quien la pone. Las mujeres son muy extensas, uno las viaja, uno siempre se pierde en ellas (El apocalipsis privado del tío Gueguê)
- Existen esas historias que, cuanto más se cuentan, menos se conocen. Muchas voces, al final, sólo producen silencio (El pescador ciego)
- Sobre el tejado de zinc, se estrellaban gruesas gotas, embarazadas de cielo (Los mástiles del Más Allá)
La lectura de los cuentos contenidos en "Cada hombre es una raza" es una buena manera de iniciarse en la literatura de este mozambiqueño autor de novelas como "Tierra sonámbula" (Suma de Letras, 2002), "El último vuelo del flamenco" (Alfaguara, 2002), "La confesión de la leona" (Alfaguara, 2012) o "Jerusalém" (Alfaguara, 2009) entre otros títulos.