Miami, a primera vista

Por Viajaelmundo @viajaelmundo

Llegué a Miami hace dos días y me recibió ese calor húmedo que siempre cae de golpe. Nunca había caminado tanto desde el terminal hasta el sitio de control de pasaportes. La prisa de llegar a tiempo ahí, para no hacer una fila tan larga, hizo que no me detuviera a fotografiar una pared llena de flores que formaban la frase “All you need is love… love”, que me pareció oportuna por ser el día de San Valentín.

No contaré que tardé dos horas para pasar el puesto de inmigración. Sí que cuando salía a ese juego de autopistas que es Miami, la encontré congestionada y ruidosa, pero lo pasé por alto. Necesitaba comer y cerrar los ojos. Había dormido poco la noche anterior. Los imponderables de los viajes me causan cierta ansiedad y todos se engrandecen trágicamente durante la madrugada previa. Ya tendría tiempo de explorar un poco. La primera noche quise dormir temprano y despertar muy tarde, aunque muy tarde signifique ya tener los ojos abiertos a las ocho y media de la mañana.

Escribo esto desde un piso 20 y la vista que tengo desde aquí me reconcilia un poco con la ciudad. No tanto el olor que llega del río de Miami y que no lo había sentido antes, pero aun así la tranquilidad del paisaje puede con cualquier cosa. Como no tengo prisa, me preparo un té de menta y me quedo ahí, mirando el mar. Pero más tarde salgo y me pasa algo curioso; me parece estar viendo pro primera vez sitios que han estado ahí siempre y no me había dado cuenta. Tres años consecutivos viniendo a este lugar, cubriendo casi la misma ruta y yo no había visto varias cosas. No sé si alegrarme o qué. Y otra vez el tráfico. No vengo a Miami pensando que aquí me liberaré del tráfico de mi ciudad, no. Vengo a darme cuenta que nunca advertí que lo tenía.

Voy a dar una vuelta.