En realidad Miami no engorda, la que engorda soy yo, y todo hijo de vecino que no tenga cuidado.Cuando llegué me planté 5 kilitos de más, así, por mi cara bonita. Y os aseguro que no fue a fuerza de cocido madrileño ni morcilla de Burgos. ¡Qué más quisiera yo! Eso es lo malo, aquí engordas y no te enteras. No te enteras porque crees que lo que comes engorda lo normal, comes confiado. ¡Pero no! ¡Es una trampa amigo! Aquí todo engorda más. Me refiero a todo lo procesado. Que si te comes una zanahoria cruda, te engorda igual aquí que allí (aclaro, que luego me decís cosas).Quiero decir que si en España te tomabas unas patatas fritas y una cañita por la tarde, aquí eso mismo engorda más. Para empezar no hay cañitas, y las patatas fritas, esas que se fríen en aceite de oliva, no existen. O sea que lo cambias por un tercio de cerveza y unas patatas de un sabor impensable.- ¿En serio son de limón?- Si, si.- Pero ¿a quién se le ocurre hacer patatas fritas de limón? ¿Y si prueban a hacerlo al revés? Limón con sabor a patatas fritas. Igual molaba. Y ¿a quién se le ocurre comprarlas? Por lo menos serán súper light.¡Y un cuerno! De limón, si, pero con 20 gramos de azúcar por patata mínimo, y bien de grasas de las malas malísimas.Propongo, puestos a engordar, patatas fritas con sabor a morcilla de Burgos. ¿No suena mucho mejor que sabor a limón? ¡Sería un exitazo!
Y si, adelgacé casi casi lo que engordé. O eso creo.