De acuerdo al texto de su pedido se trataría de integrantes del Gobierno venezolano que “están beneficiándose” allí con violaciones a los derechos humanos.
La misiva dirigida a Trump es firmada, en primer lugar, por el senador demócrata Robert Menéndez y la representante floridana Ileana Ros-Lehtinen.
Su texto exhorta al mandatario a que haga uso de su capacidad ejecutiva "y envíe un mensaje claro" al Gobierno de Nicolás Maduro.
También le solicita al multimillonario presidente tomar medidas que sancionen a funcionarios beneficiándose de la terrible situación humanitaria y robando recursos estatales.
La carta con destino a Trump además cuestiona agriamente el nombramiento del vicepresidente venezolano, Tareck El Aissami.
¿Insólito pretexto? Debido a que le pone en fila para convertirse en el próximo líder de Venezuela.
Algo, según los autores del escrito, extremadamente preocupante, “dados sus vínculos con el narcotráfico y las organizaciones terroristas”.
Por su parte, Ileana Ros-Lehtinen, luego de hacer pública su retórica, exigió la liberación de quienes llama “prisioneros políticos”.
De la mano de estos últimos incluyó, significativamente, a ciudadanos de Estados Unidos.
Luego dijo con pasmoso cinismo: "La comunidad internacional no puede continuar de brazos cruzados mientras el pueblo venezolano sufre escasez de alimentos y suministros médicos”.
La carta enviada a Donald Trump desde Miami por un grupo de legisladores ultraderechistas no debe pasar inadvertida.
Representa otra dura lección sobre el tipo de mentalidad que aún supervive en el mundo político de Estados Unidos.
Lo primero a indagar es ¿Tiene derecho Washington a enjuiciar la política interna de otras naciones independientes? ¿Quién le confirió la autoridad de aplicar sanciones a funcionarios de Gobiernos extranjeros?
Como nadie lo ha hecho, entonces se trata de un comportamiento grosero y propio de asaltantes de camino. Los congresistas Ileana Ros-Lehtinen y Robert Menéndez figuran –nadie lo duda- entre esos últimos.
Tomado de CubaSí