¿Recordáis aquel lema de Ikea que rezaba “bienvenido a la república independiente de tu casa”? Bueno, pues hay gente que se lo toma muy en serio. El fenómeno de las micronaciones (estados autodeclarados, que generalmente ocupan poquísimo terreno) es una manera que tienen muchos de manifestar su deseo de no pertenecer al Estado en el que se encuentran.
Las micronaciones no son lo mismo que los microestados, países pequeños como la Ciudad del Vaticano o Mónaco: simplemente, son un grupo de personas que deciden declararse al margen del Estado en el que viven, ya sea por razones políticas, culturales o simplemente porque les apetece o por hacer la broma (algunos reclaman territorios en el espacio exterior, por ejemplo). Se caracterizan por ser muy pocas personas (a veces una sola) y porque ese estatus teórico no es reconocido por ningún país.
Estas micronaciones pueden variar mucho en sus características: pueden ser una casa, una montaña; incluso una plataforma militar en el mar (el Principado de Sealandia) o casos tan frikis como el de Celestia (una micronación extinta que reclamaba para sí todo el espacio exterior). Si esto no os parece serio, hay que añadir que algunas de estas naciones expiden su propia moneda, pasaporte o sellos. Otra cosa es que tengan alguna validez.