Jesucristo metió sus dedos en los oídos de aquel sordo y exclamó: ¡Effatá! Se obró el milagro y el que nunca oía ahora percibía ahora de golpe todos los sonidos de alrededor. Para sorpresa de todos, corrió atormentado hasta el borde de un acantilado y se arrojó al mar. Este obra de Jesús Marcial Grande Gutiérrezestá bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.