¿Gato negro? ¡Superchería!: solo era un indeseable visitante nocturno que venía a orinarse en nuestra puerta y al que acosaba a perdigonazos desde la ventana.
Hasta que una noche en que había dejado las ventanillas del coche abiertas, se coló en su interior y, paseándose por el salpicadero, activó las luces de emergencia. Al arrancarlo al día siguiente el alma motriz del vehículo expiro. Tardé media hora en localizar un vecino y puentear el arranque, tiempo batante para malograr una prometedora entrevista de trabajo. Desde entonce tengo "gato" al animal y lo aplaco de vez en cuando cazando ratoncillos para él.
Jesús Marcial Grande Gutiérrez