Microrrelato: Cualquier tiempo pasado fue mejor

Publicado el 12 octubre 2020 por Airin

 Esta es la historia de Alfredo y de cómo la nostalgia te puede llevar a la muerte. Alfredo tenía casi 40 años, no tenía amigos (su gato Peluchín no cuenta como amigo por que éste también pasaba mogollón del culo de Alfredo), trabajaba repartiendo publicidad desde hacía 10 años y su familia le repudiaba. Nuestro protagonista no se hacía querer, así que nunca tuvo una novia ni nada que parecido (ni muñeca hinchable). Era de personalidad difícil, de esa que daba un poco de asquete. Me explico, Alfredo pensaba que había cosas más importantes que la higiene (entre lo que se incluye la ducha y el cambio de ropa), así que prefería dedicar su valioso tiempo a revivir los años dorados de TeleCinco. Esa época inigualable con las mamachicho y Jesús Gil en un jacucci. Sí, querido lector, Alfredo tenía la enfermedad de la nostalgia en un nivel muy avanzado. Como siempre fue un niño anodino, sin sustancia, poco comunicativo, introvertido y feo, cultivó mucho su mundo interior, recopilando en su memoria todos los programas así como presentadores/as de esa época tan mágica del mundo de la televisión. Alfredo se convirtió en Alfredo el friki, muy lógico si tenemos en cuenta que adoraba a Topogigo, el Telecupón con Carmen Sevilla, el juego de la Oca, Goles son amores con Manolo Escobar, Con mucha marcha de Leticia Sabater... y así un largo etcétera. Alfredo no quería vivir en el presente, pensaba que los tiempos estaban cambiando para peor y que ojalá volvieran esos grandes artistas que ahora o están muertos o venden exclusivas sobre sus problemas de adicción. Cuando no repartía publicidad del carrefour y sus ofertas 3x2, Alfredo veía todos esos programas de antes en películas vhs en su minúscula habitación. En realidad vivía en el trastero de la casa de sus padres, pero no esos trasteros bajo cubiertas de madera todo bonitos de las películas, sino esos que están bajo tierra, con muy poca iluminación, humedad por un tubo y compañía no deseada como ratas de ciudad. Seguro que ahora, querido lector estás pensando: ¡Menudo plan de vida! Pues sí, menuda puta mierda de plan de vida que llevaba el Alfredo. Y digo llevaba por que ya no está vivo. 

Todo ocurrió un día cualquiera de un mes cualquiera de este año tan barbilampiño. Fredo, con el que ya tenemos confianza pero la justa, iba caminando por la calle con su carrito de repartir y con los cascos puestos escuchando el Ya no puedo más de Raphael. Estaba tan absorto en la música y en esa letra tan profunda y llena de significado para él, que Fredo no se dio cuenta de que había una alcantarilla abierta y se cayó de lleno en las aguas fecales de su ciudad, causándole una muerte lenta por asfixia. Años después, descubrieron el walkman de Alfredo con la cassete llena de caca, así como su carrito y los miles de panfletos de ese gran supermercado que ya todos sabemos. A Fredo no le echó nadie de menos. Ni siquiera sus padres o su gato Peluchín, el cual vio la posibilidad de escapar y reinventar su vida, eso que últimamente está tan de moda entre los humanos.

Así que ya sabes, mi querido lector, piensa en el presente, no vaya a ser que te mueras.