Medir cosas es parte fundamental del quehacer científico. Los hombres y mujeres de ciencia miden espectros de luz de las estrellas, cantidades de isótopos radioactivos en las rocas, el número de células blancas en la sangre, entre otras cosas. Ya algún pensador había dicho que la ciencia sin matemáticas no es ciencia. Y aunque no es un pensamiento que a muchos les agrade, es muy cierto. Hasta los aspectos descriptivos, como la morfología, tienen base el número de individuos con los que se compara.
Pero, ¿las medidas lo resuelven todo en la vida? Al parecer, no. Pues hay factores que perjudican el sagrado arte de medir. Veamos.
1. Tamaño de muestra.
Cual corolario de un ecólogo estrecho, el tamaño de las muestras influye el análisis de los datos. Entre mayor sea, más fidelidad se tiene... Pero esto tiene sus detalles. Muchos ni siquiera saben por qué se estudian muestras grandes. Resulta que una muestra grande tiene más probabilidad de representar a los individuos "promedio" de una población dada. Y dependiendo de qué se muestree y cómo, así debería permitirse/elegirse el tamaño muestral, no como una función de un número mágico que se tiene que alcanzar/sobrepasar. En el caso del registro fósil, casi todos los yacimientos nos hacen el "favor" de preservarnos los restos de aquellos individuos "promedio". En una muestra fósil común, no están ampliamente representados los muy jóvenes, los muy viejos o los deformes. Por esta razón, los paleontólogos usamos tamaños de muestra menores que los que usarían los ecólogos, pues ya tenemos "pre seleccionada" la muestra.
2. Precisión.
Para medir algo, hay que hacerlo de forma precisa. Para ello, se requieren instrumentos especiales. Todos ellos tienen un rango de precisión que indica su rango de error. En el caso de la medición de restos fósiles, el instrumento más común es el calibrador o vernier. No todos estos aparatos son iguales, unos son mecánicos y otros, digitales. Unos tienen resoluciones de apenas 0.1 mm y otros, de 0.01 mm, ¡diez veces más! Así que para medir toda una muestra debemos usar el mismo instrumento.
Pero eso no es todo, también existe el requisito de que todo debe ser medido por la misma persona. Y es así porque distintas personas pueden tomar los fósiles de distintas formas, afectando la medición resultante. Si ésta depende de milímetros de diferencia, ya erramos. Pero la precisión no sólo trata de instrumentos o medidores, también es de estados de ánimo. Puede sonar ridículo, pero es cierto. La misma persona obtiene medidas diferentes según su estado de ánimo. El medir no es una tarea tan simple como se suele suponer.
3. Qué medimos.
Hasta ahora hemos "culpado" a los instrumentos y al medidor, pero ¿el objeto a medir también afecta nuestras mediciones? Bueno, no exactamente... El objeto "tiene la culpa", pero de no "decirnos" qué se le debe de medir exactamente. De tal forma que, el análisis de los datos resultará tan obtuso e inútil como nuestra propia capacidad e ingenio. Las nuevas herramientas de análisis nos permiten el escrutinio de elementos individuales, compararlos contra otros y más recientemente, descubrir la influencia conjunta de un número grande de características, analizar la forma general de todo un objeto mediante herramientas geométricas o analizar la influencia de fuerzas externas sobre los huesos y dientes, con las mismas herramientas con las que se analizan las piezas de u. transbordador espacial. Es posible que el paleontólogo se haga las preguntas adecuadas, pero que no tenga idea de qué medir o cómo analizarlo. En este caso, la idea bien puede morir en la desolación o ser ejecutada pobremente.
Estos tres aspectos son los más fáciles de detectar. Aún así, existen fuentes de error que son más sombrías. Aquellos que se bañan en las aguas de la estadística sabrán que existe "ruido" de fuentes desconocidas. De tal forma que aún no sabemos de dónde proceden todas las fuentes de error. Por ello es importante reconocer que la morfometría es una herramienta muy poderosa, pero ni es el fin de los estudios paleontológicos, ni está libre de errores.