Miedo a la muerte (I)

Por Vivirsintrabajar
Vivimos una época en la que sólo se valora la juventud, la vitalidad corporal, la imagen externa y se trata de esconder la muerte como sea. La muerte no existe. No hay que hablar de ella, ni pensarla, como si no debiéramos morir jamás. Una trágica ilusión, pues antes o después nos encontraremos de frente con ella. A menos que la tecnología nos la robe, rodeados de tubos y con calmantes hasta las cejas. Es necesario decir: deja de trabajar tanto y piensa un poco más en tu muerte. No por algo morboso, sino para invitarte a dejar de lado las distracciones e ir a lo esencial. Has de vivir la muerte aunque la experiencia sea dura y dolorosa, pues este es el paso imprescindible y obligado para caminar por la vida verdadera.Sin librarnos del miedo a la muerte no hay verdadera libertad, ni capacidad para experimentar plenamente la existencia. Todos los miedos derivan de este miedo básico. Es necesario asumir al miedo como amigo que nos refleja con exactitud, reconocerlo con todas sus consecuencias, aceptando vivir peligrosamente y sabiendo que hoy es un buen día para morir.La muerte ha muerto. Se ha convertido en nuestra amante, en la que se disuelven todas las limitaciones, todo lo que es irreal en esta vida. Todo el que quiere vivir tiene que aceptar la disolución final, porque negarse a ella es negar la fuerza misma y la intensidad de la vida. Es hora de afirmar la libertad de querer vivir, de ser nosotros mismos, de disolver los fantasmas sociales que nos impiden respirar y afrontar la realidad cara a cara. Basta de caretas y de imitaciones para esconder nuestro rostro verdadero. Hay que saltar fuera de las vallas que encierran lo que somos, fuera de las palabras vacías, de la intelectualidad exacerbada. Hay que correr el riesgo de ser rechazados y saltar fuera de las normas sociales y educativas.


Aceptarnos sin complejos, en su totalidad, al margen de lo que digan los demás para esconder su propia cobardía. Somos hombres que vamos a morir y eso nos iguala sin remedio, simplemente hay quien no quiere verlo y hay quién mira cara a cara esta realidad y aprovecha cada instante que le queda para experimentar y crecer.
La muerte nos pone cara a cara frente al espejo de lo esencial. Pulvis es, et in pulverem reverteris: Polvo eres y en polvo te convertirás.