Recelosos del miedo que infunde el miedo, el cambio nos aterra, preferimos preservar nuestra zona de confort, y no arriesgar, aunque nos supere la infelicidad mas absoluta, y nos muramos en vida.
Experiencia tengo, ya no solo en Mi Camino de Vida, sino por otras experiencias de familiares, amig@s y conocidos que me han absorbido y sacudido casi sin quererlo.
“Menos es más”. Saber renunciar me ha llevado a un estado de paz, alterado a veces, por la inercia de unas rutinas aprendidas durante años, que me han anclado en un inmovilismo pasivo, dejándome llevar por sus hábitos impuestos y aceptados por nuestra sociedad, o quizá, por nosotros mismos, fruto del pavor a la experiencia de saborear el cambio.
Enzarzados en cuestiones sibilinas, dedicadas a prejuzgar sin los suficientes argumentos, perdemos la perspectiva real de nuestra realidad, así quedamos sujetos al miedo de que dirán, o al miedo a que los demás sean diferentes, sólo así se justifica las imposiciones que nos vienen dadas de varios frentes a la vez, que nos sujetan aún más a ese dejarnos llevar sin más.
Es más cómodo, más fácil pero piensa bien si es lo que quieres…
“Podemos sugerir, podemos argumentar pero no debemos imponer. Podemos intentar que nos escuchen, pero no debemos pensar que sólo nosotros tenemos la razón”
(Gregoy Cajina)
Son muchas las cosas que nos condicionas y nos paralizan, el riesgo ha de formar parte de nuestras decisiones:
Al vivir, corremos el riesgo de morir. Al amar estamos en riego de perder. Al sentir estamos en riesgo de ser heridos. Al aprender, corremos el riesgo de ser estúpidos. Al intentar corremos el riesgo de fracasar. Al hablar corremos el riesgo de hacer el ridículo….
¿Pero cuánto nos estamos perdiendo, por miedo al miedo?
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