Lo cierto es que, fuera por las rogativas al cielo, porque la naturaleza terminó su ciclo o porque la madre Tierra se cansó de jugar a barajar las placas tectónicas, un día cualquiera igual que vino se fue. Las horas nocturnas volvieron a pertenecer a los juerguistas y a los que tan sólo querían descansar. Todo esto viene porque hace algunos días el seísmo que sacudió a Melilla también llegó hasta aquí, en un temblor que nos pareció eterno y que, una vez más, nos sorprendió a traición, cuando dormíamos refugiados en brazos de Morfeo.
Lo cierto es que, fuera por las rogativas al cielo, porque la naturaleza terminó su ciclo o porque la madre Tierra se cansó de jugar a barajar las placas tectónicas, un día cualquiera igual que vino se fue. Las horas nocturnas volvieron a pertenecer a los juerguistas y a los que tan sólo querían descansar. Todo esto viene porque hace algunos días el seísmo que sacudió a Melilla también llegó hasta aquí, en un temblor que nos pareció eterno y que, una vez más, nos sorprendió a traición, cuando dormíamos refugiados en brazos de Morfeo.