[6/10] La eutanasia y el derecho a la vida entran a debate en “Miele (Miel)” bajo la batuta de Valeria Golino. La polémica está servida y el espectador tiene que valorar si la ideología termina imponiéndose a la honestidad, si los personajes esconden un alma propia o son marionetas de la propia historia, si las situaciones son verosímiles o resultan excesivamente forzadas y simplistas. Miele es el nombre de trabajo de Irene, una joven cuya ocupación no es otra que la de asistir a enfermos terminales proporcionándoles un barbitúrico animal que termine con su vida sin dejar rastros. No es una tarea altruista porque en torno a ella se ha organizado una red que obtiene pingües beneficios, aunque lo que realmente mueve a Miele son motivos más hondos y sangrantes. En su labor, todo sigue unas pautas y reglas fijas… hasta que aparece un cliente que tiene “una salud de hierro” y a quien lo único que le duele es “el aburrimiento de la vida”
Los primeros pasos de “Miele” son un tanto anodinos, mecánicos, planos… con ceremoniales eutanásicos artificiosos que no encierran más que tópicos sobre la cuestión, con el corazón llamando torpemente -aunque sin excesos- a la compasión del espectador. Vemos, por otra parte, a una joven que trata de liberar su tensión con una actividad frenética nadando o yendo en bici, con encuentros sexuales ocasionales y con una vida de falsedad con la que ocultar un dolor de la infancia. Pero cuando entra en escena el Sr. Grimaldi, entonces la conciencia despierta y la película comienza a matizar acerca del suicidio, del asesinato y de la vida digna… Sobre el tapete se pone la realidad incuestionable de que “nadie quiere morir” y que lo que verdaderamente aterra es el dolor y el miedo a esos últimos momentos, algo que queda de relieve ante el chico moribundo… que termina por conmocionar a Miele. Es cuando se vislumbra el calvario en el que ella ha vivido, además de su buen corazón y de una conciencia que sigue hablándole aunque sea de forma confusa.
La carga introspectiva y poética viene acompañada por el buen trabajo de Jasmine Trinca, al principio llamativamente triste e impasible, después frágil y humanizada, como si hubiera revivido después de una terrible pesadilla. También ayuda a transmitir esa tensión contenida una planificación artística unas veces y dinámica otras, una música llena de ritmo o melódica, y un silencio en el que la protagonista parece zambullirse cuando nada en el mar o se pone los cascos. Con todo ello, la película gana desde la óptica vitalista de Miele y de su pasado, y no tanto como propuesta de la eutanasia y del suicidio asistido… aspecto sobre el que se desliza algún comentario favorable al señalar que algunos tipos de vida no merecen ser vividos, aunque su objetivo es sembrar la duda y suspender cualquier juicio condenatorio.
En definitiva, Golino nos ofrece un buen drama personal pero no una convincente aproximación a la eutanasia, y en la disputa entre la conciencia y el corazón parece firmar unas tablas y decir al espectador que todos tienen sus motivos, que cada cual responde como puede y con sus normas a lo que la vida le presenta.
Calificación: 6/10
En las imágenes: fotogramas de “Miel (Miele)”, película distribuida en España por Good Films © 2013 Buena Onda y Rai Cinema. Todos los derechos reservados.
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Publicado el 14 abril, 2014 | Categoría: 6/10, Año 2014, Críticas, Drama, Francia, Italia
Etiquetas: eutanasia, Jasmine Trinca, Miele (Miel), Valeria Golino, vida