Una semana atrás decidí hablar con ella. Durante todo el día la estuve merodeándola, buscando su mirada. Al anochecer, viendo la tele, estando a punto de verbalizarlo, me pidió que esperara al final de la película. Pero, tan agotada iba, que se durmió antes de que llegara el fin. Cuando empezó a respirar profundamente, sin darme cuenta, me vi observando los agujeritos de su nariz. De cerca. Cada vez más de cerca.
Han pasado dos meses de aquella primera vez. Con ella ya no quiero hablar de ello. Hemos llegado al acuerdo, sin pactarlo, de que cada noche seamos uno el que primero se duerma.
Texto: Miguelángel Flores Martínez
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