Cuentan los expertos que existe un reverso luminoso de la deep web. Al contrario que esta internet profunda, no se oculta en pliegues ni recovecos, sino que salta a la vista introduciendo términos al azar en cualquier buscador y está plagada de coaches, gurúes y recopilatorios de citas apócrifas. Es la llamada coelho web. Allí aprendí, entre otras cosas, que para conseguir aquello que te propones, lo que sea, solo tienes que visualizarte a ti mismo habiéndolo conseguido. Fácil. Mágico. Infalible.
A la técnica le supuse garantía de éxito por ubicua. Allá donde miro se aplica.
Cuando se plantean enmiendas al statu quo machista un coro se levanta para negar la mayor. Ya estamos allá donde queríamos estar. La mujer no sufre, la opresión es cosa del pasado, ¿qué me cuentas de un techo de cristal? Las cuotas son innecesarias. El lenguaje inclusivo, una herramienta ridícula. Quien no ha llegado es porque no puede, que este mundo ya es ideal y ofrece todo aquello que tanto insistimos en demandar.
Si llegan inmigrantes por el mar, en cuerpo y alma y voluntad o en su versión únicamente carnal, miles de voces entonan un mantra "Hay que actuar en origen". E inmediatamente se sitúan allá, en el Consejo de Naciones Unidas de su salón, puertas cerradas a la calle negra, a discutir las medidas que mantendrán cualquier preocupación alejada de su hogar.
Al intentar desalojar del altar de la Historia a un dictador, un murmullo como un vendaval exclama que en las heridas cerradas no se puede hurgar. Da igual el daño aún latente, los muertos sin nombre en cunetas o el blanqueamiento de un criminal. Ya hemos llegado. Ya existe el paraíso de convivencia y perdón que quisimos crear. Aquí estamos. ¿A qué viene tanto ruido?
Aprendí lo de visualizar pero pronto me di cuenta de que con eso no basta. Lo hice aplicándolo a una situación personal: un desajuste intestinal sin un baño cerca. Visualizar la tarea conseguida tranquiliza un poco. Pero saber qué hacer mientras tanto es fundamental.