Miércoles, 10 de septiembre de 2014

Publicado el 11 septiembre 2014 por Benjamín Recacha García @brecacha

Hola, Toni.

¿Sabes qué? Definitivamente, vale la pena. Hace ya más de dos años que decidí ser escritor, que iba a hacer todo lo posible por ganarme la vida contando historias. En noviembre de 2012 acabé mi primera novela, a tiempo para participar en el Premio Alfaguara (pretencioso que es uno). La envié a unas cuantas editoriales y mientras esperaba respuestas escribí el guión de Memorias de Lázaro Hunter, la novela gráfica que ilustra mi hermano Fran. También abrí este blog y mi página de Facebook. En junio del año pasado decidí no esperar más y me lancé a la autopublicación. Bueno, no me voy a extender en más detalles que tú y los habituales de ‘la recacha’ ya conocéis.

Lo que quiero decir es que todo el esfuerzo, pese a los lógicos momentos de duda y de decepción, vale la pena. No es un trabajo que haya caído en saco roto, y me doy cuenta de ello, además de por la magnífica respuesta que recibo por parte de los lectores y seguidores en las redes sociales, porque me están pasando cosas (no, no es necesario avisar a Íker Jiménez).

El lunes recibí un e-mail de esos que uno no espera: me invitaban a participar como ponente en un evento de Liber 2014, la feria del sector editorial más importante que se organiza en España, que este año tiene lugar en Barcelona. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Esto es en serio? Pues sí, me lo han confirmado esta misma mañana.

Biografías Personales, agencia literaria entre otras cosas, organiza el 2 de octubre un workshop sobre el impacto de la autoedición en el sector editorial, al que seguirá una mesa redonda en la que participará una representante de una de las mayores plataformas de publicación digital del mundo y un miembro de un magazine digital especializado en cultura (no sé si estoy autorizado a dar los nombres, así que de momento lo dejo ahí). El tercer integrante de la mesa seré yo. No se me ocurre un aparador mejor para explicar mi experiencia y darme a conocer. Además, allí estarán todas las editoriales españolas y parte del extranjero, así que a poco que pueda pasearé los proyectos literarios que tengo entre manos, como Lázaro y el cuento El pequeño pescador.

¿Y por qué me lo han propuesto a mí entre el océano de autores independientes con experiencias personales tan interesantes, al menos, como la mía? Pues gracias a las sinergias que se crean en las redes sociales. Una persona (que por prudencia mantendré en el anonimato) relacionada con el mundo editorial me recomendó a las organizadoras.

En fin, que te podrás imaginar la ilusión que me hace. De momento no sé mucho más, pero estoy seguro de que será una experiencia genial.

Vale la pena. Es evidente que aún estoy muy lejos de poder ganarme la vida con las letras, pero pese a las dificultades y algún que otro baño de realidad, no puedo negar los avances. Quién sabe si algún día lograré vivir de esto. En tu anterior carta decías estar seguro de que había vendido más libros en papel que en formato digital. Tienes razón. En papel me han comprado, a través de librerías o directamente a mí, unos 200 ejemplares, mientras que en ebook (Amazon, La Casa del Libro y Bubok) sólo llegan a los 50. También han comprado a través de Amazon 15 ejemplares en papel, sobre todo en verano del año pasado, pero lo curioso es que en estos últimos días, cuando ya daba por muerto este canal, se han producido tres ventas, dos desde Estados Unidos (una de ellas de una bloguera, Doris, poetisa y pintora).

Tampoco puedo olvidar que haberlo colgado en Amazon ha hecho posible el contacto con la editorial brasileña Liga. En julio me comunicaron que ya tenían lista la traducción y que pronto se iniciaría la venta en formato digital, pero la cosa parece algo parada. Hace unos días me puse en contacto con ellos y me contestaron que habían hecho algunos cambios en la editorial, pero que el acuerdo conmigo seguía adelante. Seguiremos esperando. Después de todo, la traducción al portugués no era algo que entrara en mis planes.

Está claro que las ventas en Amazon no lo sacan a uno de pobre, pero creo que si te metes en este mundo con la intención de hacer camino tienes que estar ahí. Nunca se sabe en qué momento se puede producir el “clic”. Está claro que puedo vender libros desde mi blog, pero ¿sabes cuántos pedidos he tenido desde que anuncié esta opción? Apuesto a que no hace falta que responda. Amazon quizás sea el demonio para muchos, pero es el único modo de que los libros de un mindundis como yo los lean desde el extranjero. Quizás no sea significativo, pero para mí es muy importante haber conseguido un puñado de ventas en América. Que gente tan ilustre (para mí lo es) como Edwin, Esteban, Julia, Rotze o Doris haya confiado en mi obra es muy gratificante.

Y después del publirreportaje, voy a hablar un poco de libros. En tu anterior carta escribías: “Lo maravilloso de según qué libros es, precisamente y en mi opinión, hacerle creer al lector que no ha visto letras, sino un mundo al que ha sido transportado acompañado de unos personajes que no conocía de nada y que se han convertido de un día para otro en parte de su vida. Y todo ha sido muy sencillo: solamente ha tenido que abrir y pasar unas páginas. El buen escritor logra que estas cosas parezcan muy fáciles. Lo demás me interesa muy poco”. Esta tarde he acabado una de esas novelas, de las que no olvidas nunca, de las que no quieres que acaben porque podrías estar leyéndola a todas horas, de las que me obligan a leer mientras ando por la calle. Se trata de Legado en los huesos, la segunda parte de la trilogía del Baztán, de Dolores Redondo. De la primera parte, El guardián invisible, ya escribí maravillas, pero es que ésta es aún mejor. Más de 500 páginas que he devorado en una semana. En unos días escribiré la reseña.

Tu definición de un buen libro es perfecta. Exactamente eso es lo que hacen sentir las buenas historias: que te transportan a un mundo junto a unos personajes que de repente pasan a formar parte de tu vida. Es una sensación maravillosa. No creo que exista mayor halago para un autor que le digan algo así sobre su obra.

Y enlazo ahora con otra interesantísima reflexión que planteaste en una de tus últimas entradas (has vuelto de las vacaciones sembrado), al respecto de cómo escribió Umberto Ecco El nombre de la rosa: “Umberto Eco escribió sobre lo que sabía, pero sabía mucho y supo plasmarlo en una novela fascinante porque, además, tenía experiencia escribiendo sobre otras cosas”. Dolores Redondo escribe sobre lo que sabe, no toda la parte policial de la novela, que es fundamental y para la que ha tenido que documentarse muchísimo, pero sí sobre el escenario donde se desarrolla la acción: el valle navarro del Baztán y la mitología popular que lo rodea. Esa combinación de novela negra con toques pseudomágicos, con la presencia constante del paisaje, como un personaje más, salvaje, indomable, bello e implacable a partes iguales, es lo que dota al conjunto del atractivo que la convierte en una historia irresistible.

Ahora te voy a echar un piropazo. En ese dominio de la escena, la capacidad para integrar el escenario en la trama y hacer sentir al lector lo mismo que los personajes Dolores Redondo me recuerda a ti. Es algo que me pasó con muchos de los relatos de Autotomía y por supuesto también con El jardín de Marta, aunque fuera una historia mucho más amable.

Creo que escribir sobre lo que uno conoce facilita que el relato logre credibilidad. Escribiendo El viaje de Pau me sentía muy a gusto porque todos los lugares donde se desarrolla la acción me son familiares. Como autor, sentía que dominaba el escenario.

Con la novela que estoy ahora no ocurre igual, pero ello no es impedimento para conseguir una buena historia. Escribir sobre lo que uno domina ayuda, digamos que te ahorra buena parte del trabajo previo de documentación, y opino que para una primera novela es incluso recomendable (a mí por lo menos me ayudó). Pero, evidentemente, los seres humanos tenemos la suerte de estar dotados de la capacidad para crear desde la nada, para imaginar cualquier cosa y plasmarla sobre el papel. La inspiración es muy importante, y la pasión. Sin pasión es imposible que ninguna creación artística logre transmitir la electricidad que sentimos al leer una historia fascinante, al observar un cuadro maravilloso, al escuchar esa música que nos pone la piel de gallina, al asistir a un espectáculo de danza. Es muy fácil descubrir la ausencia de pasión en el proceso creativo.

Inspiración (y por tanto, talento), pasión y trabajo, dedicación. Por supuesto, sin esfuerzo y sin constancia la chispa no acaba prendiendo. Es imposible escribir una novela sin invertir montones de horas de trabajo, cuanto más constante, mejor. Y eso, la constancia, es lo que tengo que acabar de dominar para conseguir acabar la que tengo entre manos antes de final de año, que es el objetivo que me he marcado.

Leo con satisfacción que tienes bastante avanzado el trabajo previo para ponerte tú con una novela más compleja. Estoy seguro de que valdrá mucho la pena. Pero lo que más me fascina es comprobar la forma tan diferente como dos escritores afrontamos el proceso. Tú tienes completamente estructuradas las tramas hasta el final y perfilados algunos personajes, pero apuesto a que todavía no has escrito una sola palabra. Yo, en cambio, empecé a escribir a partir de una idea inicial y un único personaje, sin apuntes previos, y me he ido dejando llevar, guiado por la propia trama y los personajes que han ido surgiendo. Cada vez tengo más claro que existen tantas formas de escribir como escritores hay, y todas son perfectamente válidas.

Por hoy lo dejo aquí, que ya me enrollado bastante.

¡Un abrazo!