La Cuaresma comienza hoy con la imposición de la ceniza a los penitentes. Es un tiempo especial de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón y como pidió el Papa Francisco en su mensaje para este tiempo litúrgico, “que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal”. Es un tiempo que nos debe poner en la disposición más adecuada para poder vivir más intensamente los misterios de la muerte y resurrección de Cristo que ofreció, en supremo holocausto, su vida por nosotros. Debemos reconsiderar nuestras actitudes y alejar de nosotros todo lo que obstaculice el encuentro con el Señor. En esta etapa, los sacerdotes llevan ornamentos de color morado y se suprimen algunas manifestaciones de gozo como el Gloria y el Aleluya con el fin de facilitar la meditación y el encuentro con Dios. El ayuno y la privación de algunos alimentos debemos verlo como una manera de reconocer la bondad y generosidad de Dios que nos demanda unos pequeños sacrificios. La purificación de nuestras conciencias y la participación en el sacramento de la Penitencia son importantes para una adecuada participación posterior en los misterios pascuales. Este es el momento de reflexionar sobre nuestra vida para corregir todo aquello que entorpezca nuestro camino y así poder participar intensamente y de corazón en todas las manifestaciones de nuestra fe.