Miguel Aguado: Política Zen

Publicado el 24 febrero 2012 por Doloresfuentes
"Una política Zen sería, en definitiva, aquella que de forma tranquila, sencilla, con distintas miradas con valores humanos o espirituales y más femeninos y con capacidad de comunicación pretende buscar la felicidad para todos. Nuevas formas de ver las cosas, nuevos valores; nuevas formas y sobre todo corazón en todo ello. Sencillo y complejo a la vez. Por eso creo firmemente que se puede ser budista, cristiano o simplemente humano y político; es más, no creo que pudiese ser de otra forma."  (Espiritualidad y política, página 260)
En Política Zen, Miguel Aguado analiza dos aspectos esenciales de la política, a saber, el fondo y la forma. Ambos aspectos son dos expresiones- aunque complementarias- de una manera de concebir y de hacer política, ya sea la tradicional, donde prima más la forma que el fondo de la política, o, ya sea la política Zen, en la que, por contra, se revaloriza el fondo en detrimento de la forma de hacer política. Esta es la tesis fundamental del artículo de Miguel Aguado. Veamos en qué consiste más detalladamente esta tesis.
Creemos más al político que utiliza en su discurso"términos económicos, complejos datos y referencias técnicas" porque se aproxima mejor a la "realidad" cotidiana de los ciudadanos. Nos habla de lo posible, de lo real. Por contra, aquel que habla de sentimientos, valores o ideales parece alejarse de la realidad. Nos habla de lo utópico, de lo irreal.Tendimos a no creerlo o a desconsiderarlo.
Sin embargo, la realidad es muy distinta. Buscamos una política con valores positivos. La gente busca valores identificables con la felicidad: "la verdad frente a la mentira,el diálogo frente a la discusión, la tranquilidad frente al conflicto." No queremos ser infelices. El problema está cuando hablamos de política- gestión y mejora de la sociedad- porque ponemos en liza valores contrarios a la felicidad.
El Zen nos podría servir para entender la unión que debería existir- a juicio de Miguel Aguado- entre la política, la espiritualidad y la vida. ¿Qué es el Zen? Podríamos definirlo como "una sabiduría, una manera de relacionarse con todas las cosas de tal forma que se busca siempre la justa medida, la superación de los dualismos y la sintonía con el todo". El Zen no es una religión. Es una forma de relacionarnos sin conflicto, donde predomina la armonía y el no-dualismo.
Otra definición de Zen más vinculada a la cotidianidad es "cuando tienes hambre, comes; cuando tienes sueño, duermes." Esta definición refleja la actitud zen: empieza por hacer con la máxima atención las cosas más cotidianas. Entonces, observamos que se diluye toda dualidad y desaparece toda contradicción: "estás todo tú en todo lo que haces." Esta es la actitud esencial del Zen: la no- dualidad y la no-contradicción.
¿Qué se plantea desde el Zen? El Zen plantea tres aspectos: El primero es"destronar al ser humano de su creencia de estar ubicado en el centro de todo". El segundo aspecto es que no estamos separados de la naturaleza, sino que somos parte del todo. Y, por último, el Zen se concentra con la mayor atención posible en la experiencia directa de la realidad. Son los tres aspectos esenciales de la enseñanza Zen.
¿Cuál es el fondo de las ideas? Georges Lakoff coescribió un libro titulado Metáforas de la vida cotidiana. En él, elaboró una tesis provocadora: las metáforas condicionan de manera decisiva nuestra forma de percibir la realidad, de pensar y de actuar. Lakoff - y su compañero Mark Johnson- ponen un ejemplo para demostrar hasta qué punto nos dominan las metáforas:
"Para nuestra cultura, discutir es combatir. En castellano, como en muchos otros idiomas, aceptamos sin rechistar la metáfora "Una discusión es una guerra", y la reforzaremos mediante un vocabulario belicista y una lógica de confrontación, en la que un interlocutor ataca los puntos del otro, se tira con bala si se dispone del suficiente arsenal dialéctico y se atacan los argumentos del contrario, que puede atrincherarse en sus posiciones, defender su territorio o contraatacar e forma combativa, hasta que uno se impone y gana la discusión. Imaginemos lo distinto que sería discutir si perteneciéramos a una cultura donde rigiera la metáfora "Una discusión es un baile". Los interlocutores tendrían que colaborar entre sí y marchar al compás, y primaría la armonía sobre la victoria, el ritmo sobre la refutación, el goce estético sobre el dialéctico".
 Este ejemplo, podemos trasladarlo al terreno de la felicidad. ¿Qué nos hace felices? Según la metáfora que nos "domine" podemos creer que "más dinero es mejor" para (llegar a) ser felices, o bien, cuestionar directamente esta metáfora cultural. La actual crisis económica está obligando a revisar la metáfora "más dinero es mejor". Evolucionamos hacia una sociedad más postmaterialista. Si nuestra máxima es ser felices, nuestro anhelo colectivo ha de procurar la felicidad al mayor número de personas. El deber de los políticos es que la gente sea feliz o, al menos, que la gente sea menos infeliz. Aquí encontramos un punto de unión entre política y espiritualidad: trabajar para la felicidad de los demás.
¿Cómo se puede trasladar al ámbito de la política? Miguel Aguado acude, una vez más, a dos metáforas: "el bienestar es prosperidad material" y "el bienestar es felicidad". Cada metáfora ejemplifica una manera de "medir" el nivel de desarrollo de una sociedad. Tradicionalmente, la política ha considerado la metáfora "el bienestar es prosperidad material" y, en consecuencia, ha desarrollado un indicador: PIB(Producto Interior Bruto)para medir ese nivel de desarrollo, atendiendo solamente a aspectos económicos y materiales. Sin embargo, se está abriendo paso la metáfora "el bienestar es felicidad" en la política, siguiendo la estela de Bután, un pequeño país asiático, con un nuevo indicador: FIB(Felicidad Interior Bruta)que mide la evolución y el progreso de un país con indicadores ligados a "aspectos educativos, de salud, de sostenibilidad ambiental, de respeto y cuidado de los más débiles,..etc" además de los estrictamente económicos.
Hoy, debemos valor y medir otros parámetros diferentes a los económicos. Como subraya Miguel Aguado muy acertadamente"Debemos valorar la situación de una sociedad con otros ojos, con otros valores que los meramente economicistas. Porque cambiar una sociedad a un modelo más socialdemócrata donde las personas son, no podría ser de otra manera, el eje central exige medir y valorar de otra manera. Tenemos que introducir como valor la política, el corazón, en la hoja de cálculo." Esta nueva política- la política Zen- debe dirigirse hacia un"caminar por la vía suave". Se necesita un cambio de valores. Un cambio que debe traducirse en valores como"solidaridad, paciencia, cooperación, diálogo, ponerse en el lugar del otro, ternura y tolerancia" que deben ser medios y fines de una "política con mayúsculas". Cabe añadir la necesidad de apelar y de integrar el optimismo, la confianza y el positivismo en la política frente al pesimismo, el miedo y el negativismo que reina por doquier y que no lleva a ningún puerto.



¿Por qué no otorgamos la misma importancia a las personas que las deben llevar a cabo? 
Los políticos deben ser objeto de una atenta observación por parte de la ciudadanía. Cuando los políticos- y por ente la política- se alejan de los valores humanos/espirituales, son percibidos como personas distantes y ajenas a la ciudadanía. Si, pensamos en grandes líderes, les recordamos más por sus "discursos", sus "afectos" y sus "acciones". En otras palabras, porque hicieron política y no "gestión de lo posible", sino que "Pensaron, hablaron y actuaron con el corazón". Deberíamos considerar y preguntarnos, si los políticos que toman decisiones, responden al interés general, a un interés específico o bien a su propio interés. A su vez, los políticos deben aprender a gobernar sin imponer "sus" ideas a la sociedad sino articular la voluntad de la sociedad. Avanzar en la democracia para que la opinión de más gente pueda influir en la toma de decisiones políticas. La cultura democrática y las redes sociales nos permiten avanzar en esta dirección. Y, finalmente, deberíamos avanzar en sistemas de control para que prevalezca la política del interés general frente al "uso" de la política del interés particular. En definitiva, "los problemas de la democracia se arreglan con más democracia".
Hemos estado hablando del fondo, ahora vamos a centrar nuestra atención en la forma.
Drew Westen explica en su libro, el cerebro político, que los partidos conservadores activan mejor los circuitos neuronales emocionales de los votantes indecisos mientras que los partidos progresistas revelan "un compromiso emocional e irracional hacia la racionalidad". También, George Lakoff en su ensayo, la mente política, detecta una mayor propensión de los partidos de izquierda a valorar la verdad y la racionalidad. Los políticos deben asumir el reto de dirigirse a la inteligencia de las personas y no a sus miedos.
Esta nueva política dirigida hacia la esencia de los valores- cuyo origen está en Europa- está surgiendo con fuerza en la política estadounidense. En los 80, se comenzó a valorar cómo persuadir al ciudadano/votante en los EE.UU. Esta nueva concepción de la política donde el contenido- el fondo recordemos- está supeditado a la forma de hacer política (marketing, en fondo), causó furor en Europa. Paralelamente, se volvió a dar valor al contenido frente a la forma en las últimas elecciones presidenciales de los EE.UU: "El mensaje, el susurro al oído, las ideas, las formas coherentes con las ideas dieron su fruto. (....) No es causalidad que en la principal potencia del mundo, el candidato con mayor presupuesto de la historia tuviese actos con una escenografía tan "cutre" en actos de pocas personas, pero hablando de tú a tú a millones de personas". Mientras, en Europa continuábamos en la dirección contraria. De este curioso viaje de ida y vuelta- como muy bien dice Miguel Aguado- podemos extraer la siguiente conclusión: la visión de la política con valores, como modelo europeo, cambió a la mercadotecnia de los EE.UU. y debería volver a Europa tras su paso por América.
De lo dicho anteriormente, ¿cómo debemos enfocar la acción política? Miguel Aguado habla de contrastar dos formas de política- marketing frente a la didáctica- y, dos perfiles de políticos- hoja de cálculo frente a PowerPoint-.
La política basada en el marketing estudia al individuo para conocer "sus costumbres, sus gustos, sus ideas o tendencias" con el objetivo de "hacerle llegar un producto o un servicio" al gusto del cliente. En ese sentido, la política del marketing se hace a base de estudios de opinión.Estos estudios consisten en "para saber que quiere la población, segmentando por edades y tipologías, luego se adorna con formas atractivas y, finalmente, se les "vende" esas ideas con esas formas como "ofertas" electorales." Esta política simplemente facilitaría el conocimiento de aquello que demanda la ciudadanía. La política de marketing sólo puede estar en manos de tecnócratas y de "actores políticos" y sólo puede ceñirse a la gestión de lo posible.
La política basada en la didáctica es la mejor forma de convencer con argumentos sobre cambios y avances sociales. Sólo pueden ser didácticos aquellos políticos que tienen claro lo que quieren y lo que sienten y aquéllos que tratan de compartir nuevas ideas y nuevos valores con la ciudadanía. La "política didáctica" es la que nos conecta con la política real, la que emociona, la que busca la mejor manera de comunicar, de llegar, de convencer a la gente y de dialogar entre ideas y propuestas. Aquí el marketing ya no sirve, aquí se necesita la didáctica.
Si trasladamos esa diferencia al mundo tecnológico, podríamos identificar la vieja política, la del marketing, con la hoja de cálculo: "Se introducen datos, estudios y de forma automática nos dice qué se puede hacer". Como hemos dicho, repetidamente, "es la política de lo posible", de lo calculado. La nueva política, la de la didáctica, se identifica con el PowerPoint, que nos permite hacer llegar visualmente ideas, propuestas y datos que invite a reflexionar. Este segunda herramienta tiene que ver más con la visión humana de la política. Un detalle interesante de estas dos herramientas- Excel y PowerPoint- es que una hoja de cálculo puede integrarse en una presentación en PowerPoint, pero no al revés. En la política actual abundan más políticos "grises" y "tecnócratas"-de hojas de cálculo- que políticos motivadores y persuasivos- de PowerPoint-. Cambiar esto es cambiar la forma de concebir lo público y lo político. Quedemos con esto último, porque ahí es donde erradica la transformación de la política.