Año: 1991
Editorial: Destino
Género: Novela
Valoración: Ovación
Mi valoración del libro es un clarísimo Ovación, aunque reconozco que en algunas páginas he sucumbido a la lectura en diagonal (y aunque después he visto que el trozo en cuestión sí que merecía una lectura más pausada) y he vuelto a leerlo con tranquilidad y en voz alta si hacía falta. El libro está escrito a modo de monólogo, donde el protagonista, un pintor consumado y reconocido, le cuenta a su hija Alicia, que ha estado presa por asuntos políticos, los acontecimientos que rodean a la muerte de su esposa.
El monólogo es esencialmente un reconocimiento a la figura de su esposa, Ana, fallecida a los 48 años de un tumor cerebral, a través del relato de su vida en común. Nos la presenta no sólo como su esposa y la madre de sus hijos, sino como su compañera, la primera responsable de su éxito profesional, su bastón y brújula en su vida personal… Precioso. Además, en sólo 112 páginas nos dibuja el contexto social, cultural y político en el que transcurren los hechos: la España de 1975.
A poco que conozcamos la vida y obra de Delibes, queda claro que este libro es un medio para contar su propia historia junto a su esposa en la vida real, Ángeles de Castro, fallecida a los 50 años un año antes de lo que cuenta el relato. El libro está repleto de paralelismos entre la ficción y su propia vida, e incluso el título, Señora de rojo sobre fondo gris es una referencia a un retrato real de su esposa, lo cual hace de esta obra una pieza fundamental para conocer de cerca el mundo personal y humano del escritor. Me emocionó especialmente haberlo terminado el ocho de marzo, día de la mujer, porque, según una confesión personal del autor,
“Miguel Delibes, el escritor, jamás hubiera existido, sin la existencia e influencia de Ángeles de Castro.”
Tengo que decir que intenté leerla hace ya un puñado de años y no fui capaz, quizás porque es “una obra de madurez” y yo era bastante inmadura, o quizás porque Delibes es por goleada el escritor favorito de mi padre y en aquella época yo andaba en “esa etapa rebelde”. Ahora me ha encantado, aparte de disfrutar muchísimo con su lectura, porque he podido ver la influencia tan positiva que ejercía Delibes en mi propio padre y, seguramente, en otros miles de hombres como él, en los que despertaba su faceta más humanística y comprensiva. Anécdota personal: cuando murió Delibes, mi padre lo vivió como la muerte de un familiar o un amigo muy cercano, ahora entiendo porqué.
Volviendo a la obra, la podríamos definir como un precioso collar de perlas, de esos de tres o cuatro vueltas, ya que, al azar, agarré el libro, lo abrí por una página cualquiera, comencé a leer y la cuarta frase fue: “Cuando alguien imprescindible se va de tu lado, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales“… ¿No es para llorar?
Isabel Márquez
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