Miguel Hernández y el don envenenado

Publicado el 18 febrero 2016 por Hugo
Carta a su amigo Ramón Sijé, desde Madrid, 11 de enero de 1932:

(...). Yo no sé, hermano, no sé. Tan pronto río lleno de alegría, como poseído de una feroz melancolía que arranca lágrimas de mis ojos, me acomete el desaliento; tan pronto creo que lo que hago vale un poquito la pena como que estoy haciendo el ridículo, me muerdo los puños de rabia e impotencia. ¿Por qué me pusieron un alma de poeta? ¿Por qué no fui como todos los pastores, mazorral, ignorante?... Y este odio al trabajo de los brazos… ¿Y esta ansia de cumbres y soledad de ladera…?

Carta a Federico García Lorca, desde Orihuela, 10 de abril de 1933:

(...). Le escribí hace mucho pidiéndole elogios, aunque ya se los había oído para mi Perito en lunas. Y aquí me tiene usted esperándolos –entre otras cosas. He pensado, ante su silencio, que usted me tomó el pelo a lo andaluz en Murcia -¿recuerdaaa?-, que para usted fuimos, o fui, lo que recuerdo que nos dijo cuando le preguntamos quién era uno que le saludó. «Ese –dijo- uno de los de: ¡adiós!, cuando les vemos». Y luego «me escriben muchas cartas a las que yo no contesto». ¿Puedo estar ofendido contigo? Perdone. Pero se ha quedado todo: prensa, poetas, amigos, tan silencioso ante mi libro, tan alabado –no mentirosamente, como dijo- por usted la tarde aquella marciana, que he maldecido las putas horas y malas en que di a leer un verso a nadie. Usted sabe bien que en este libro mío hay cosas que se superan difícilmente y que es un libro de formas resucitadas, renovadas, que es un primer libro y encierra en sus entrañas más personalidad, más valentía, más cojones –a pesar de su aire falso de Góngora- que todos los de casi todos los poetas consagrados, a los que si se les quitara la firma se les confundiría la voz. (…). Por otra parte, en mi casa soy el cristo de los cinco sampedros: me niegan la mitad del pan; me niegan, padre y madre y sus hijos, como hijo de aquéllos, como hermano de éstos; les avergüenza el que haga versos; no quieren darme vestidos nuevos (…). Hoy mismo, hoy, me han escondido la llave del huerto para que pudiera entrar en él. (…). Federico: no quiero que me compadezca; quiero que me comprenda. 

Respuesta a Lorca, desde Orihuela, 30 de mayo de 1933:
(...). Tanto aprendo aquí, que creo que hasta estoy aprendiendo a dejar de ser poeta. No puedo leer por no tener libros, escribir por no leer, estudiar por no leer también, luchar porque mi enemigo es mi arma: mi poesía. ¿Que no sea vanidoso de mi obra? No es vanidad, amigo Federico Lorca: es orgullo malherido. Gracias por tu deseo de que mi obsesión de poeta incomprendido sea separada de mí. Aún no venía tu carta por el camino cuando ya me había divorciado de ella. Soy, sin ser nada, comunista y fascista. 

Carta a José Bergamín, desde Orihuela, octubre de 1934:
Desde ayer lunes tengo la triste categoría de obrero parado situación desesperada. No he tenido más remedio. No se puede figurar qué de humillaciones, de insultos, de menesteres bajos he sufrido para llegar a pararme. Me duele y me avergüenza decirlos. 

Carta a Lorca, desde Orihuela, 1 febrero de 1935:
Amigo Federico:
Aún estoy esperando tu carta, aún no se me agotó la vena de la esperanza: todos los días bajo de la sierra en busca de ella que no llega. Te escribo en una situación penosísima: parado, ni pastor siquiera, con novia que no se conforma viéndome así, madre, padre, hermanas que tampoco, por nuestra pobreza. Y yo menos. Y no encuentro trabajo, y cada bocado que como es vigilado con el rabillo del ojo por todos, que me quieren a regañadientes. No sé, pero si sigo así un mes más me iré Dios sabe adónde en busca de un ganado y un mendrugo. Quiero que me digas, Federico amigo, algo, ¿no se estrena El torero más valiente? Bueno, hombre. Será que no vale la pena, hice esa tragedia por aliviar la mía. (…). Moléstate un poco más por mí, hazme el favor. No te escribo más: ésta es mi última carta; en ella me lo juego todo. No me queda más dinero para sellos. Escribí a Neruda, que me escribió, y espero carta suya. (…). Si para ti no significa nada mi amistad, para mí mucho la tuya. Te abraza, Miguel, tu amigo. 

Miguel HernándezObra completa II: teatro/correspondencia, Espasa Libros, Madrid, 2010, págs. 1493-1507.