Miguel Mihura

Publicado el 27 septiembre 2018 por Monpalentina @FFroi
  • Creador del teatro del absurdo
  • Publicó chistes que él mismo ilustraba, y durante la guerra civil editó La ametralladora, revista de humor, y en 1942 fundó La Codorniz, que dirigió hasta 1946.

Hace cien años del nacimiento de Miguel Mihura, figura clave en la evolución de nuestro teatro  contemporáneo y, sin embargo, su centenario transcurre en un profundo silencio, sólo alterado a intervalos; y este olvido resulta increíble dada la novedad revolucionaria de su obra señera, Tres sombreros de copa, y la profunda huella que su teatro dejó en autores posteriores.
Mihura perteneció, por la fecha de su primera obra, a esa etapa de renovación del teatro español anterior a la guerra civil, etapa caracterizada por múltiples rupturas de las formas y los temas dramátícos convencionales. Recordemos que en 1932 se representaban obras de Arniches y los hermanos Álvarez Quintero, junto con otras obras de talante bien distinto (Bodas de sangre, de Lorca, fue escrita en ese mismo año, y autores como Valle-Inclán representaba sus obras con regularidad).
Se ha dicho que en las obras de Mihura hay siempre ironía, ternura, absurdo, poesía, exasperación, tolerancia , inventiva, sencillez, abandono, gravedad, confesiones...
Son esperpentos cálidos, esperpentos tiernos de un hombre crispado, de un hombre que duda de su prójimo pero lo ama. Inconformista, despiadado, ocurrente e ingenioso, Mihura nos advierte siempre que la mejor idea ilustrada que se puede tener es la del humor, y por ella, la del optimismo.
Considerado casi unánimemente como el primer humorista del siglo XX, sólo superado en algunos aspectos por Enrique Jardiel Poncela, Mihura era un sentimental que mostraba una careta de apariencia malhumorada y hosca para ocultar a la gente su ternura, y también su timidez y su melancolía.
Poseía una elegancia sencilla que, según afirman los que lo conocieron, era ejemplar. Le irritaban la pedantería, la arrogancia, la avaricia, y su generosa humanidad se sobreponía casi siempre a su espíritu crítico. Escribía sin prisa, meditaba mucho más de lo que él decía (la pulcritud de su estilo y su dominio de la expresividad en los diálogos son buena prueba de ello). Inventó, en realidad, un nuevo arte de hacer comedias, como inventó una manera de expresar el chiste y el humor en el teatro. Fue, en definitiva, un contemplador de la vida humana, metido en ella pero sin caer excesivamente en la complicidad.
Miguel Mihura nació en Madrid en 1905 y murió en 1977, cuando estaba a punto de leer su discurso de entrada en la Real Academia, que lo acogió tarde, como tarde le vino el reconocimiento del público.
Publicó chistes que él mismo ilustraba, y durante la guerra civil editó La ametralladora, revista de humor, y en 1942 fundó La Codorniz, que dirigió hasta 1946. Es el suyo uno de los tristes casos de autores que tuvieron que rebajar la calidad de sus obras literarias para alcanzar el éxito, y escribir también algunas en colaboración con otros autores: Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario (1943) fue escrita en colaboración con Antonio Lara Tono, y El caso de la mujer asesinadita (1946) fue escrita en colaboración con Álvaro de la Iglesia.
La enfermedad que padeció desde niño, su artrosis en una pierna, le hizo guardar cama durante largas temporadas y le impidió callejear a gusto. Sin embargo, soportó esa limitación con elegancia y sin quejarse. Entre sus obras destacan Maribel y la extraña familia (1959), en la que una joven prostituta es transformada por la ingenuidad y la bondad del hombre que se enamora de ella, y cuyo mensaje bien podría ser que somos lo que nos hacen y como nos ven.
Su aportación al mundo del cine fue importante desde 1930, con una explosión de humor dentro del panorama folclórico de los años de la República. En todas sus obras aparece el personaje soñador que tiene que luchar con la realidad y es arrollado por ella, defendiendo siempre al individuo solitario, marginado y valiente, pero infeliz y con ciertos toques de romanticismo.
He dejado para el final su obra principal, su obra maestra, que fue también su primera obra y que tardó veinte años en ser representada. Hablo de Tres sombreros de copa, escrita en 1932 y no estrenada hasta 1952. Un nuevo teatro de humor se iniciaba con esta obra que no pudo ser estrenada precisamente porque directores y empresarios la consideraban como algo absurdo... y efectivamente acertaron con el calificativo, porque Mihura no había hecho ni más ni menos que comenzar lo que luego se llamaría “teatro del absurdo”, veinte años antes de que Ionesco estrenase su primera obra.
Imagen: De commons.wikimedia

Sección para "Curiosón" de Beatriz Quintana Jato.