Nada más escribirle José Bono una carta a Manuel Fraga Iribarne declarándolo “gran español y patriota de bien”, muchos socialistas, y más aún la izquierda comunista, reprendieron al actual presidente del Parlamento por alabar al exministro franquista y fundador del Partido Popular.
La carta era una señal de agradecimiento a Fraga, 88, tras su reciente anuncio de que se retira de la política, en la que lleva algo más de medio siglo.
Es tal la ignorancia de la historia reciente de España de la actual izquierda que desprecia la intervención de Fraga en la suavización de la dictadura franquista, en la redacción de la Constitución y en la creación de un partido de derechas homologable a cualquier otro europeo.
Además, no participó en la guerra civil –tenía 13 años al iniciarse—ni en la sangrienta represión posterior.
Sin embargo, es responsable de la revolución española del siglo XX, la del bikini, que cambió radicalmente la mentalidad reprimida del país.
“Las suecas” y Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo, destrozaron los convencionalismos y la censura nacionalcatólica anterior al Vaticano II.
Lo demás vino rodado. Sin la dictadura religiosa, unas libertades atrajeron inevitablemente a las otras.
El mundo admira a Mijail Gorbachov, el hombre que habiendo prosperado en el Partido Comunista soviético, horriblemente opresor y sanguinario durante sus siete décadas de existencia, aceptó el hundimiento del sistema y propugnó la democracia.
Sus comunistas –Santiago Carrillo fue uno de los grandes defensores de la URSS—dejaron el país en la miseria.
Fraga y muchos franquistas de los últimos tres lustros del régimen facilitaron el advenimiento de la democracia en un país crecientemente próspero.
Esa es parte de la Memoria Histórica de las dos Españas fundidas en una que Bono, hijo de un falangista, acaba de recordar.
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SALAS, admirable como siempre, con la actualidad.