Hola Graminoleños.
Los que seguís habitualmente “La Graminola” recordaréis que cuando abordé la carrera musical de Bruce Springsteen, dada la categoría del artista y lo prolífica que ha sido su producción musical, le dediqué dos entradas en el blog cada mes, concretamente las dos primeras de cada uno de ellos.
Pues bien, os comunico que voy a repetir la fórmula de dos entradas mensuales dedicadas a otro de esos artistas de talento descomunal. Un grande entre los grandes, un auténtico genio. El majestuoso e inigualable Mike Oldfield. Así que ya sabéis, durante los próximos meses las dos primeras entradas de cada uno irán dedicadas a desmenuzar su maravillosa música. Empecemos sin más dilación.
La afición por la música le llegaría desde muy pequeño, cuando se sentía atrapado por la imagen de su padre tocando a la guitarra la única canción que sabía tocar, “Danny Boy”. Cuando le veía pensaba que él tenía que aprender a tocarla y cuando solamente tenía siete años le compraron su primera guitarra. Poco podían imaginarse que en ese momento empezaba a crearse un auténtico monstruo de la música.
La verdad es que la familia Oldfield se iba a convertir en un auténtico acontecimiento musicalmente hablando con el paso de los años, ya que no solamente él se sentiría atraído por la música sino que sus dos hermanos también caerían ante su embrujo. Su hermano Terry Oldfield es un prestigioso compositor de bandas sonoras para documentales televisivos y su hermana Sally Oldfield, muy vinculada a su carrera sobre todo en sus principios, ha publicado varios discos y en el año 1979 triunfaría a la grande con la maravillosa “Mirrors”.
Cuando Mike contaba tan sólo con diez años ya era un virtuoso de la guitarra acústica y pronto se daría cuenta de que quien le escuchaba tocarla quedaba maravillado por su manera de hacerlo. Por este motivo, sería bastante habitual verle actuar en pequeños clubs dejando con la boca abierta al público que asistía a sus mini-conciertos. Su manera de manejarse con la guitarra, de utilizar las cuerdas, era verdaderamente única y poco tiempo después no sería solamente un gran intérprete de guitarra acústica sino que también empezaría a maravillar con la eléctrica.
Su precocidad era tremenda y con 13 años recién cumplidos publicaría su primer disco, aunque no en solitario, ya que lo haría bajo el nombre de “The Sallyangie”, que no era otra cosa que el dúo que él mismo formaba con su hermana Sally.
Los dos jovencísimos artistas Oldfield grabarían su primer y único discoque saldría al mercado en el año 1968 bajo el nombre de “Children of the Sun”.
El disco está influido por sonidos barrocos, a los que Mike les da un toque muy particular, especial, único, mágico … complementado con la preciosa voz de su hermana Sally. Se trata de un disco nada comercial pero en el que ambos presentarían sus credenciales relativas al gran talento que poseían, sobre todo el jovencísimo guitarrista.
La repercusión del disco sería bastante menor, pero serviría para abrirles el camino y darles a conocer a ambos, cada uno en su faceta. De este trabajo se publicaría como sencillo este ”Two Ships”. Por cierto, esta canción es una auténtica joya de coleccionista porque es una de las contadísimas ocasiones, posiblemente la única, en la que Mike se lanza a cantar, algo imposible de pensar una vez iniciada su carrera en solitario.
El dúo con su hermana Sally duraría tan sólo un año y entonces sería cuando probaría con la otra parte de la familia, es decir, con su hermano Terry, con el que formaría un nuevo dúo denominado Barefoot, pero que tendría todavía menos recorrido sin llegar a publicar disco alguno.
Entraba ya la década de los 70 y Mike la iniciaría con un encuentro que sería fundamental en su carrera. En ese momento conocería a Kevin Ayers, que acababa de crear su nuevo grupo llamado The Whole World, tras haber abandonado recientemente su anterior banda Soft Machine.
El grupo apenas permanecería en activo un par de años, pero daría para publicar dos discos: “Shooting At The Moon” y “Whatever She Bringswesing”. Oldfield empezaría tocando el bajo para convertirse poco después en el guitarrista principal de la banda, demostrando de esta manera una de las señas de identidad que caracterizarían toda su carrera, el ser un artista multinstrumentalista.
Durante su estancia en The Whole World, Oldfield entablaría una gran amistad con uno de los miembros del grupo, David Bedford, quien componía la mayoría de los temas del grupo, quien le ayudaría a esbozar el que iba a ser su primer trabajo en solitario poco tiempo después y uno de los acontecimientos musicales más grandes de la década de los 70. Supongo que os imaginaréis de que disco estoy hablando, pero os lo cuento en breve.
Lo cierto es que su virtuosismo con la guitarra era único. En los conciertos del grupo, los momentos más estelares llegaban cuando él realizaba unos espectaculares solos de guitarra. Era evidente que había un grandísimo músico en ciernes, pero todos se imaginaban que siempre al servicio de un grupo. Cuán equivocados estaban.
Tras la desaparición del grupo, se pondría manos a la obra para llevar a cabo una idea que le rondaba en la cabeza desde hacía tiempo. Se trataba de componer una sinfonía de estilo clásico pero tocada con instrumentos propios del pop y del rock, introduciendo y mezclando sonidos de guitarra eléctrica con distintas percusiones y, por supuesto, sonido de campanas. Estaba empezando a crearse uno de los discos más míticos de la historia de la música moderna.
Por si fuera poco, se propondría tocar él mismo todos y cada uno de los instrumentos que sonaran en esa especie de “sinfonía postmodernista”. Desde la guitarra eléctrica, hasta el xilófono, pasando por el piano o el órgano. Con unos medios muy rudimentarios, poco a poco fue dándole cuerpo a la composición consiguiendo grabar por fin una maqueta. Ahora llegaría lo verdaderamente difícil, conseguir que alguien quisiera publicar su obra.
Por aquella época, las discográficas no estaban dispuestas a arriesgarse publicando un disco que era más cercano a la música clásica que al pop-rock que funcionaba en aquel momento. Tras tener que soportar una negativa tras otra, su suerte cambiaría cuando conoció a un joven tan ilusionado como él que acababa de crear su propio sello discográfico. Me estoy refiriendo a Richard Branson.
Ninguno de los dos podía imaginarse en aquel instante lo que iban a significar para el mundo de la música cada uno en su faceta, ya que ese sello discográfico recién nacido iba a ser nada más y nada menos que Virgin Records. Ese casual encuentro entre los dos sería definitivo para el éxito de ambos a partir de ese instante.
De esta manera, en el año 1973 saldría al mercado por fin ese disco por el que Oldfield tanto había luchado y que se convertiría en una auténtica sorpresa, en un rotundo éxito y en un número uno de inmediato. Había nacido el mítico “Tubular Bells”.
Este sería el título final que llevaría el disco, pero se barajaron otros cuantos, como por ejemplo “Breakfast In Bed” o “Opus One”. Personalmente creo que es un rotundo acierto el título escogido.
Para que nos hagamos una idea de lo cerca que estuvo de no ver la luz este disco, basta con comentar que alguna de las discográficas a las que Oldfield previamente les ofreció su maqueta afirmaron que si le ponía letra estaban dispuestos a publicarlo. Él se opondría a variar su creación y gracias a ello nos deleitaríamos con una obra maestra y ganaríamos un auténtico genio de la música para el futuro.
Dado que el disco es una pura sinfonía, integrada únicamente por música y uno de esos discos que hay que escuchar de un tirón, es complicado poner aquí alguna de las partes más destacadas. En primer lugar porque todas ellas son sublimes. En segundo porque pierden un poco de “magia” fuera de su contexto, pero voy a intentar “decorar” el artículo con un par de extractos del álbum.
El disco obtendría un éxito monumental. Los críticos especializados no sabría definir demasiado bien la obra, pero coincidirían que se trataba de una obra maestra que iba a convertirse en un clásico de la música rock de todos los tiempos. Nada más publicarse llegaría al número uno de las listas donde permanecería durante bastantes semanas. Por si fuera poco, el mundo del cine terminaría de darle el empujón definitivo.
Algunas de las partes del disco se convertirían en la banda sonora de una de las películas de terror más míticas de la historia del cine. Como todos os imaginaréis me estoy refiriendo a la terrorífica “El Exorcista”, que si ya de por sí es una película inquietante, aderezada con partes musicales como la que viene a continuación le dan un ambiente más que aterrador.
Como ya os digo, todo el disco es un espectáculo y una delicia para los oídos, pero hay una parte que es simplemente grandiosa. Por supuesto, es la parte en la que la campana, la famosa campana tubular que tan famosa se haría y que tanta importancia cobraría en la carrera de Oldfiel toma el mando.
Se trata de un momento de la primera parte del disco que se dio en llamar “El Maestro de Ceremonias”, con un inicio en el que las cuerdad de la guitarra suenan lánguidas y pesadas, monótonas y continuas, para ir dando paso poco a poco a la incorporación de un instrumento tras otro, mientras éstos van siendo presentados por una voz en off. Para que os hagáis una idea es una especia de “Bolero de Ravel”, pero hecho a la manera Oldfield.
El punto final, el apoteósico punto final llega con el anuncio literal de “plus … tubular bells”, que da inicio al sonido de las campanas que se convertiría en uno de los sonidos genuinos de la historia moderna.
Si la aparición en el mercado, la irrupción más que aparición podríamos decir, de “Tubular Bells” se convirtió en todo un acontecimiento, su presentación en vivo en Londres desbordaría todas las predicciones. El público allí asistente tributaría una ovación interminable al músico, certificando definitivamente la aparición de un grande de la música.
Europa estaba conquistada ya, y Estados Unidos caería un poco después, justo con el estreno de “El Exorcista”. Ese sería el empujón definitivo para que al otro lado del charco también se dieran cuenta del grandísimo músico que acababa de irrumpir.
Lo cierto es que este inesperado salto a la fama no sería del agrado del artista, ya que él siempre había preferido mantenerse al margen del público, periodistas y similares. Incluso en alguna ocasión llegaría a reconocer que se arrepentía de haber cedido su música para esta película, ya que la repercusión que ello tendría había terminado por superarle.
Esa presión que sentiría por el desbordante éxito conseguido, le llevaría a aislarse para ponerse manos a la obra con la composición de su segundo disco. Lo haría desde su nueva casa situada en Herefordshire y llevaría un título inspirado en una de las colinas cercanas a esa localidad: “Hergest Ridge”.
El disco sería publicado en el año 1974 y seguiría las mismas pautas marcadas con su álbum de debut, es decir, una composición sinfónica, dividida en dos partes, en la que Oldfield tocaba prácticamente todos los instrumentos y en la que contaría con la colaboración, una vez más, de sus queridos hermanos Sally y Terry.
Su genialidad era total demostrando su capacidad para tocar cualquier tipo de instrumento, pero lo cierto es que cuando más impresionaba tanto a críticos como a público, era cuando mostraba su virtuosismo con la guitarra. Por este motivo, en una de las partes de esta nueva obra maestra, que tomaría el título de “Electric Storm”, Oldfiel interpreta simultáneamente varias guitarras eléctricas distorsionando su sonido, logrando un efecto nunca antes escuchado.
Nada más aparecer en el mercado se colocaría en el número uno de la lista de ventas en el Reino Unido, sustituyendo a “Tubular Bells”, siendo la primera y única vez que esta situación se ha producido, la de que un artista se suceda a sí mismo en el número uno de los discos más vendidos en formato por aquel entonces LP, por lo que su leyenda se seguía alargando. A pesar de que el formato de su música no era nada convencional, la aceptación era total por parte del público y las críticas hacia el disco, aun reconociendo que era de calidad inferior a su predecesor, fueron excepcionales.
Dado el éxito de sus dos primeros trabajos, se organizaría un concierto que tendría lugar en el maravilloso escenario que es el Royal Albert Hall de Londres, en el que se presentarían las versiones orquestales de sus dos trabajos publicados, con el estelar acompañamiento de la Royal Philarmonic Orchestra, con el fin de publicar dos discos con estas nuevas interpretaciones. Por este motivo, a principios del año 1975 aparecería en el mercado “The Orchestral Tubular Bells”.
Sin embargo, las ventas de esta nueva versión de “Tubular Bells” no fueron las esperadas, por lo que la publicación de la versión orquestal de “Hergest Ridge” no llegaría a producirse. Posiblemente la saturación del público fuera la que llevaría a que esas ventas estuvieran muy por debajo de lo esperado. Eso y que prácticamente cada hogar londinense tenía una copia del primer disco de Oldfield entre los que formaban su discoteca particular, claro está.
Como compensación, aparecería en el mercado un sencillo bajo el título de “Don Alfonso”, en el que volvería a trabajar con sonidos bastante originales, utilizando incluso para esta composición la melodía de botellas de vino. La canción no es más que un divertimento que se sacaría de la manga para pasar el rato, con una letra satírica y una melodía bastante simplona.
Y aquí lo vamos a dejar por hoy. Para empezar no está nada mal haber podido disfrutar de la música con la que este grandísimo músico se daría a conocer y provocaría una auténtica revolución en el panorama musical internacional de la década de los 70. Eso sí, ya os advierto que lo que vendrá a continuación será, al menos, igual de bueno que lo de hoy.
Así que ya sabéis que en el próximo artículo de “La Graminola” continuaremos con el segundo capítulo dedicado a Mike Oldfield. No faltéis, no podéis perdéroslo.
Hasta entonces, Graminoleños.
JUAN JOSÉ GOMARIZ