Es difícil no estar de acuerdo con esa mirada ácida, desprovista de toda benevolencia social, y que retrata en pocos esbozos las miserias de la especie humana y los muchos sinsentidos de nuestro comportamiento. Monzó describe el mundo -diría- tal y como es, sin contemplaciones. Y además lo hace de un modo absoluto y de validez casi urbi et orbe. Que daría igual que sus protagonistas vivan mirando por la ventana a las Ramblas que en un piso al lado de Central Park.
Relatos sabiamente cortos: lo bueno si breve... pero aprovechados al máximo. Me recuerda en su acidez al israelí Etgar Keret, otro que también entra en la sociedad como cuchillo en la mantequilla.
Con todo, mil cretinos me parecen pocos para lo que leo en las noticias.