La gratitud es una de esas cosas que parece que hayamos olvidado en estos tiempos impersonales
¿Que a que viene esto ahora? Os cuento. Resulta ser que hace casi dos años aterricé por estos mundillos blogueros despistado como un pingüino en el Sahara. A mí siempre me ha gustado escribir y garabatear cosas (además admito que no callo ni debajo del agua) pero claro, de ahí a montar un blog, va un mundo. Os confieso que siento respeto, mucho respeto, hacia vosotros y algunas veces me sonrojo al pensar que estoy contando cosas que no interesan a nadie o que os estoy dando una paliza de magnitudes siderales y además, como decía Lyan, “Eso de escribir es abrirse mucho”. Vamos que no me decidía y no daba el paso.
Fue entonces cuando conocí a “Eva y su fémur”, más bien a Fani (la sonrisa que está detrás de todo
El Fémur era mágico, como por arte de brujería te leía el pensamiento e incluso te veías inserto en algún que otro post. Algunas veces te sentías tan identificado con el texto que estabas convencido de que está escrito para ti. Así es el Fémur, nunca te deja indiferente, elegante, divertido o agudo pero delicioso y mágico muchas veces para los que tenemos el inmenso placer de conocer a la autora “in live”, me la imagino sacudiendo el teclado con toda su fuerza y vitalidad por la que siento una especie de mezcla entre admiración y amistad.
Pues bueno, por avatares de la vida, Eva ha cerrado su libro, será algo temporal pero va a ser duro no leer este viernes un nuevo post. De todas maneras continuaré pasándome fielmente por el blog. Por si un día Eva vuelve (porque Fani se queda) y encuentro un regalo, una nueva historia deslumbrante, nuevecita, a estrenar. Mientras tanto nos queda el recuerdo y la gratitud.
Gràcies per aquestos divendres, Fani