Programa de mano para el espectador del film
Desde que la vi, hace ya tres o cuatro semanas, no son muchas las reseñas que he visto publicadas sobre esta película que plantea el tema del choque entre vida privada y vida profesional. Este asunto no es para nada novedoso, es verdad, pero como dice Santiago Roncagliolo la magia de la literatura –y también del cine, claro- es presentar la misma historia y lograr que nosotros la veamos como única gracias a la maestría en la manera de contárnosla. Y eso es lo que sucede en este film.SinopsisRebecca (Juliette Binoche) es una de las mejores fotógrafas de guerra del mundo. Al regresar a casa tras ser herida gravemente en Kabul, debe enfrentarse a una tremenda tormenta emocional cuando su marido Marcus (Nikolaj Coster-Waldau) y su hija Steph (Lauryn Canny) rehúsan seguir soportando la peligrosa vida que lleva. Tanto él como sus dos hijas no pueden vivir con esa constante sensación de peligro de ver cómo ella se sitúa una y otra vez al borde de la muerte; ellos necesitan a Rebecca y le dan un ultimátum: su trabajo o su familia…
ComentarioEn primer lugar una breve biografía sobre su director: El noruego Erik Poppe, nacido en Oslo el 24 de junio de 1960, comenzó su carrera profesional como fotógrafo de periódico cubriendo noticias nacionales y conflictos internacionales en Angola, Mozambique, Camboya y Beirut. Por su labor profesional fue premiado en diversas ocasiones por la Asociación de la Prensa Noruega y por la World Press Photo. En 1998 da el salto a la dirección con “Shapaaa” a la que siguieron “Hawaii, Oslo” (2004) y “Aguas turbulentas” (2008), hasta llegar a esta su cuarta película, "Mil veces buenas noches", con la que ha conquistado el ‘Gran Premio Especial del Jurado’ en el último World Film Festival de Montreal (Canadá). Antes de esto, y en el campo de la cinematografía, Poppe se dedicó a la dirección de spots publicitarios.
La película que comentamos tiene mucho de autobiográfica, pues –y esto lo dice su director en numerosas entrevistas- se basa en lo vivido por el mismo Erik durante sus años de reportero de guerra. Precisamente, esta experiencia profesional suya es la que da pie al título del film, “Mil veces buenas noches”, que aunque es una frase que dice Julieta en “Romeo y Julieta”, encaja a la perfección con la habitual y reiterativa despedida de Rebecca –o del mismo Erik Poppe- por teléfono o Skype a sus hijos a quienes a través de la inmensa distancia y de la frialdad tecnológica debe día tras día dar las buenas noches. Unas buenas noches que más que confortar a su familia la sumen en la angustia al no saber si, dado que ella trabaja en zonas de máximo peligro, ésta será una despedida definitiva.
Lo más interesante
Coster-Waldau, Binoche y Erik Poppe
En mi opinión lo más interesante del film es la equiparación del trabajo y compromiso periodísticos con una drogadicción de la que la protagonista no puede desengancharse con facilidad. Se ha convertido sin ella ser consciente de ello, tal y como sucede a los yonquis, en una drogodependiente, en una "workaholic" (trabajólica). Es cierto que su trabajo es reconocido internacionalmente con una enorme remuneración que hace que su vida sea de ensueño (una hermosa casa en Irlanda, un marido biólogo comprometido con la educación y la conservación de la naturaleza, y dos hijas maravillosas) y con premios que le llueven por doquier. Pero no todo vale, Rebecca coloca por encima de los otros –su familia- la explosión de adrenalina que colocarse en situaciones de peligro le supone; está claramente ‘colgada’ , su vida la reduce a proporcionarse este placer a pesar de saber que está haciendo sufrir a quienes más la quieren; pero no le importa: su placer es lo primero.Otros asuntos de interésLa película además del tema anterior, que es el central, toca otros muy interesantes.
El primero es el de la responsabilidad ética del periodista gráfico: ¿una buena fotografía está por encima del sufrimiento de la persona o personas fotografiadas? ¿El reportero es testigo pasivo de lo que transmite o como ser humano que es debe actuar para evitar en la medida de sus posibilidades aquello que va a transmitirnos? Respecto a este segundo interrogante he de decir que al personaje de Juliette Binoche le sucederá lo mismo que al egoísta Calixto en la obra de “La Celestina”: un momento de “debilidad” humana al prevenir o ayudar a los demás le ocasionará un perjuicio personal terrible que, en el caso del amante de Melibea, será la muerte. Y la pregunta que surge es la siguiente: ¿Qué es mejor, qué es lo que hay que hacer, qué es lo que debiera haber hecho, qué es –en definitiva- lo que yo/nosotros hubiera/hubiéramos hecho?
Otro se refiere a la responsabilidad que tiene el confort occidental en el mal de los países tercemundistas. ¿Es suficiente lavarse la conciencia pasando unas breves vacaciones como voluntario de ACNUR, de Médicos sin fronteras, o de cualquier otra ONG en cualquiera de los campos de refugiados originados por guerras hechas con armas vendidas por los mismos países de donde proceden estos hombres y mujeres tan solidarios?
Dentro del anterior aunque más inmerso en el terreno de la profesión periodística estaría el de la hipocresía de las Agencias de Prensa que piden fotos impactantes pero que no parezcan ser un enaltecimiento del terrorismo o que no hieran en exceso la sensibilidad del ciudadano consumidor de las mismas. ¿Dónde está el límite, la línea roja?
Aspectos cinematográficosLa fotografía (su limpieza, su nitidez, sus encuadres) sin duda es uno de los elementos más relevantes. No podía ser de otra manera en un film sobre reporteros gráficos que ganan premios dirigido por un antiguo fotógrafo multipremiado.
La narración es lineal y avanza con bastante lentitud en algunos momentos. Al haber sido planteados con frecuencia los asuntos que se presentan, es la actriz protagonista la que sostiene a través de su rostro y actuación el film que si no correría el riesgo de llegar a aburrir, pero Juliette Binoche tira de oficio y no sólo lo salva sino que lo lleva a cotas elevadas.
El mundo onírico en que está la protagonista cuando se debate entre la vida y la muerte se presenta a través de una metáfora visual en la que vemos a la Binoche sumergida y sin sentido dentro de las aguas del mar. La imagen no es nada novedosa pero cumple su función precisamente por archisabida y por la música que la acompaña creada por Amand Amar, responsable de la banda sonora. Una banda sonora que incorpora a la película música instrumental que enfatiza el melodramatismo tan abiertamente buscado en ocasiones.
Los paisajes de Irlanda son bellísimos y contribuyen al canto a la familia
FinalA mí la película me agradó bastante a pesar de los pequeños 'peros' que he manifestado en este comentario. Es, pues en mi opinión, una muy recomendable obra cinematográfica que logra enganchar al espectador sobre todo con las escenas primeras y finales del film que aunque parecidas no son iguales para nada. Entre unas y otras han pasado los 117 minutos de la cinta y la historia que se nos ha contado en ellos justifica esta diferencia.