(JCR)
Sé que esta no es una noticia que aparecerá, ni destacada ni de forma discreta, en los medios de comunicación internacionales. Varios milicianos anti-balaka, es decir, de las fuerzas que
Hablar de anti-balaka y de musulmanes en la República Centroafricana es hablar de enemigos irreconciliables. Desde diciembre del año pasado, los milicianos que atacan envueltos en ristras de amuletos (mal llamadas milicias cristianas, por cierto) han expulsado a miles de musulmanes de Bangui, han destruido sus mezquitas, casas y tiendas y hasta hace muy poco ningún musulmán podía arriesgarse a salir de unos pocos ghettos donde viven protegidos por las fuerzas internacionales y aventurarse a ir al centro de Bangui.
Las cosas van mejorando de forma lenta, pero con un progreso constante, aunque muy a menudo sigue habiendo luchas sectarias muy sangrientas. El pasado 1 de octubre, por ejemplo, en la ciudad de Bambari, los milicianos anti-balaka mataron a siete musulmanes que iban en un coche a unos 20 kilómetros de Bambari. Cuando la noticia llegó a esta ciudad, hacia mediodía un grupo de furibundos jóvenes islámicos bien armados atacaron un campo de desplazados protegido por las fuerzas de la MINSUCA (la misión de la paz de Naciones Unidas) y mataron a más de 20 personas. Y hace apenas una semana, en el principal barrio musulmán de Bangui, en Kilómetro Cinco, un grupo de enfurecidos jóvenes lanzó un ataque contra un barrio de mayoría cristiana e incendió varias casas después de que los anti-balaka atacaran uno de los almacenes de un comerciante musulmán.
Por eso, es una grata sorpresa que en uno de los barrios de Bangui, el de Ouango, el grupo de anti-balaka que vive allí tomara la decisión de reconciliarse con los musulmanes, acudir a su fiesta en la que sacrifican los corderos, y anunciara su intención de reconstruir la mezquita. El presidente de la Comunidad Islámica de la República Centroafricana, el Imam Kobine Layama, dijo unas palabras que en mi opinión explica este milagro: “Lo que veis hoy es el resultado de nuestro trabajo silencioso de mucho tiempo”. Trabajo que ha sido realizado por él, por el arzobispo católico de Bangui, monseñor Dieudonnée Nzapalainga, el reverendo evangélico Nicolás Guerekoyame, y muchos, muchísimos líderes religiosos católicos, protestantes y musulmanes en el país. Entre ellos, el obispo español Juan José Aguirre, de la diócesis de Bangassou, una de las poquísimas ciudades de Centroáfrica donde cristianos y musulmanes han conseguido vivir en paz sin violencia, gracias al comité de mediación que este obispo y otros líderes religiosos de varias confesiones pusieron en marcha el año pasado y que ha conseguido serenar los ánimos en muchos momentos delicados. Si no hubiera sido por este trabajo, lo que ocurrió en Bambarí el pasado 1 de octubre (y en otras ocasiones donde ha habido masacres horribles) podría muy bien haberse repetido en Bangassou. El obispo Aguirre anda estos días por España entre chequeos médicos, búsqueda de ayuda para su diócesis y actos públicos con motivo del Domund.
Las barbaridades de grupos islamistas como el Estado Islámico, Boko Haram en Nigeria o Al Qaeda en El Magreb, o los conflictos sangrientos que no cesan en lugares como Gaza pueden inducen a muchos a pensar que el diálogo inter-religioso es una quimera. Me sorprende incluso leer portales en Internet donde algunos iluminados que se presentan como guardianes de la ortodoxia católica critican al Papa Francisco, tachándole de ingenuo –por no decir burlándose de él- por sus llamamientos y sus acciones en favor del diálogo religioso por la paz. Claro, que una cosa es escribir desde el salón de una casa con todas las comodidades del mundo, y otra muy distinta es ver la realidad cuando vives en un lugar en el que cuando vas a dormir no sabes si vas a llegar a la mañana siguiente sano y salvo, o por lo menos sin haber vivido la angustia de escuchar disparos muy cerca del lugar donde tienes tu cama.
En la República Centroafricana los líderes religiosos cristianos y musulmanes llevan muchos meses trabajando por el entendimiento entre sus fieles, para que puedan vivir en paz y reconciliarse, un arte en el que –por cierto- nunca me cansaré de repetir que los africanos dan enormes lecciones al resto del mundo. Hay muchos otros países donde los líderes religiosos hacen lo mismo. Pero realizan su trabajo de forma silenciosa, discreta y sin estridencias. Y un día, cuando nadie se lo espera, ocurren milagros como el ocurrido durante la fiesta musulmana en un barrio de Bangui.