Una de las buenas iniciativas de Estados Unidos en la lucha contra el Estado Islámico es la creación, entrenamiento, apoyo y financiación de las milicias cristianas que combaten a los yihadistas. Están integradas por cristianos iraquíes, sirios y estadounidenses.
Ante la tibia respuesta oficial de la Administración Obama y sus aliados occidentales, a los que parece escocer el envío de tropas terrestres (ni que fueran a ir ellos, oiga...), al menos se han escuchado las recomendaciones de los expertos militares y de inteligencia para impulsar unas milicias que puedan combatir contra los radicales islamistas y frenar los crímenes que estos cometen: decapitaciones, crucifixiones, quemar vivos a sus víctimas, violaciones, esclavitud sexual, violencia contra los niños, destrucción del patrimonio cultural y persecución de cualquiera que no piense como ellos, entre otras variadas formas de masacrar a la población.
Afortunadamente, cientos de cristianos de Irak y Siria han respondido al llamamiento para integrar estas milicias y luchar por cada pueblo y ciudad amenazados por el Estados Islámico, y ya hay varias de ellas desplegadas y combatiendo sobre el terreno. Por ejemplo, las Unidades para la Protección de la Defensa de Nínive (NPU), que cuentan con más de 4.000 miembros, entrenados por fuerzas estadounidenses, o la milicia cristiana Dwekh Nawsha, con menos efectivos pero con el valor de las férreas convicciones cristianas.
Es estas milicias donde se están integrando voluntarios procedentes principalmente de Estados Unidos y, en menor medida, de Australia y algunos países occidentales. Como siempre, la realidad supera las buenas intenciones políticas o diplomáticas. Es evidente que para derrotar al Estado Islámico, como estamos repitiendo numerosos especialistas desde hace tiempo, es necesario contar con tropas terrestres en Irak, Siria, Libia y allí donde haya sabandijas yihadistas. Hasta que el presidente de Estados Unidos, el actual o el próximo, se decidan a enviar tropas abiertamente, estas milicias cristianas serán la única barrera contra el fanatismo religioso del ISIS. Afortunadamente, muchos de los voluntarios estadounidenses que se han integrado en las milicias, tienen una amplia experiencia de combate en Irak y Afganistán, lo que nos permite establecer un entrenamiento más eficaz y combatir con más garantías.
Por cierto, sería interesante ver que también las feministas occidentales se decidieran a alistarse voluntarias para combatir el radicalismo islamista sobre el terreno. Ya saben: menos demagogia barata y más compromiso real. Además de predicar, hay que dar trigo. Pero me temo que el trabajo duro lo dejan para los hombres. Nada nuevo bajo el sol.
Mientras los yihadistas extienden el terror allí por donde pasan, son estas milicias cristianas, los hombres que las integran y Estados Unidos, los que salvan a miles de familias de la muerte y la tortura día sí y día también, y las que ya han logrado victorias y avances importantes. Cuando la guerra acabe y todo vuelva la normalidad: el progreso, la educación y la prosperidad... No olviden quién lo hizo posible.