Minicomida y maxiprecios

Publicado el 09 mayo 2010 por Emilienko

Nadie protesta nunca de las comidas de empresa, ni comenta lo caras que son para la poca comida que sirven. Es verdad que son muy agradables y que te diviertes mucho, pero es que cada vez que voy a una me siento tonto. Mismamente, esto fue lo que comí en la última a la que asistí:
Una cerveza.
Un plato de chacina de la casa para compartir, del cual toqué a dos trozos de queso y una lonchita de jamón.
Una tortilla de chorizo y cebolla de dos huevos, a repartir entre cuatro; es decir tocábamos a una tortilla de medio huevo cada uno.
Un pescado muy bien adobado, pero que al hacer las partes, toqué a tres pequeños pedacitos.
Media alcachofa mini, que medía 2 x 2 centímetros, con un tomatito cherry y una lasca de jamón serrano.
Una copa de vino de la casa.
De plato principal, dorada en salsa; me pusieron media dorada (esto es, dos lomos) más seca que un cartón en el desierto y con una mayonesa por encima para que no fuera intragable.
De postre, para compartir entre cuatro, cuatro trocitos de pastel, más pequeños cada uno que un dedo meñique.
Un chupito de ron.
En total, fueron cuarenta y dos euros; unas siete mil de las antiguas pesetas. Y no sé si lo que ocurre es que soy un burro y que la miel no está hecha para mi boca o que pasa como con el traje nuevo del emperador y que nadie se atreve a señalar estos timos. Creo que voy a esperar a que los del Media Markt organicen comidas de empresa porque, yo, desde luego, no quiero ser tonto.
Foto: Esta mañana, yo también me sentía creador de cocina minimalista y diseñé unos bocados de maíz crujiente sobre un lecho de leche batida; en un restaurante de estos de diseño, una simple cucharada sería suficiente para saber que estás comiendo Corn Flakes y para que pagues, por ejemplo, veinte euros.