–… y además nos hace daño. Por eso repito que basta de hablar y escribir tanto sobre los hijos desaparecidos o los padres muertos en las calles. ¡Esto fue una guerra y todo estuvo permitido! ¡Yo sé muy bien lo que es sufrir por la pérdida de un hijo, cuando el mayor se me accidentó en la pista de esquí! –El viejo empezó a delirar de nuevo. Si sigue gritando va a excitar a los otros internos. –Quién diría… Las estrellas de general no lo pudieron proteger de su conciencia genocida. Veinte miligramos de Haloperidol. ENERGÍA
Siempre creí en trascender a la muerte. Y tuve razón. Ahora soy recuerdo y memoria. Soy energía. Un bálsamo que barniza el dolor de mis seres queridos y entibia los pañuelos blancos. Un aguijón que se hunde una y otra vez en las conciencias de mis asesinos. Lo más placentero es cuando duermen y caen sus defensas. Me filtro entre sus sueños y se los transformo en pesadillas, mostrándoles imágenes de amor y justicia social. No lo suelen soportar y despiertan con gritos de pánico. Algunas veces escapan alucinados hasta el lugar donde se encuentra enterrado mi cuerpo anónimo.
© Sergio Cossa 2012
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