La gente no sabe que sin piernas no hay minifalda. Y María camina, todas las estaciones del año, con las piernas desnudas como una amenaza. No importa, no hay vergüenza. Sacrifica estética y sacrifica salud. María sacrifica, con esas dos palabras ya tienes su lema. Disputa las baldosas con cada paso. No hay pie a su lado que le haga competencia. En el barrio la oyen venir y los viejos, los aburridos, los tenderos y hasta las mujeres bajo las gafas de sol la miran pasar. Ahí va María con su minifalda en verano. Ahí va con su falda de menos de cuarenta centímetros, atrapada entre copos de nieve que le hacen adorno. La gente abre la boca, una "O" mayúscula entre labios, los hombres sacuden las manos como para que la sangre no se agote toda en el mismo sitio. Ella, como una pantera, va calle arriba y calle abajo haciendo una jaula de envidias alrededor. María no tirita de frío ni siente que llueve cuando las gotas protestan sobre el paragüas. A ella le da igual y abre el armario todas las mañanas para rescatar otro pedazo de tela, casi un cinturón, que le cubra los muslos hasta donde tiene los cortes. Se peina, se pinta y coge los bártulos. Las piernas le rozan un poco antes de entrar en el muñón.Texto: © Alberto García Salido