Miniparques con “maxiaves” por Carabanchel

Por Aver Aves @AverAves

Un gorrión y un mirlo a punto de subirse al balancín del parque de la calle del Dátil

Javier Rico

Despedimos definitivamente el curso 2015-2016 con un recorrido harto peculiar por los miniparques de Carabanchel presentes en los cuatro kilómetros y medio que separan la plaza de la Emperatriz, en el Alto, de los jardines del Puente de Toledo, en el Bajo. Sí, claro, no faltó una buena representación de aves, de jilgueros a gaviotas sombrías, muestra de que algunas se quedan todo el año en Madrid. Pero tampoco una mala representación con el abandono y suciedad que muestran algunos de estos recoletos jardines, que además albergan buena parte de la historia de Carabanchel.

Comenzamos el pajareo urbano en la plaza de la Emperatriz, uno de los núcleos históricos de Carabanchel. Entre jardines que adornan edificios emblemáticos, como la iglesia de San Pedro y el de Casa Lucio, nos saludan las primeras vecinas aladas: estorninos, gorriones comunes, palomas domésticas y las inevitables cotorras argentinas.

Una farola emerge entre la vegetación de la plaza del Parterre

La siguiente parada es en la plaza del Parterre, donde se sitúa el colegio República Dominicana y uno de los ramales del parque de Las Cruces. La mezcla de pinos, acacias y matorrales hace las delicias de jilgueros, agateadores y mirlos. Algunos de estos últimos se aventuran incluso a picotear en la praderita de la glorieta cercana de la avenida de Los Poblados. Justo al lado, el parque de la calle del Dátil ofrece más argumentos botánicos y ornitológicos para reposar cuerpo y espíritu.

Vegetación y arte entre los edificios de la Colonia de la Prensa

De camino a la Colonia de la Prensa, tres palomas torcaces engalanan con su posado la copa de un cedro. Poco después, la entrada a la citada colonia y otros jardines cercanos dejan ver retazos de una rica arquitectura entre la que conviene perderse para admirar casi finca a finca. Ya puestos, recomendamos desviarse un pelín hacia la calle del Pingüino (siempre las aves en el callejero carabanchelero) y buscar el último reducto ajardinado que queda del palacio de Eugenia de Montijo.

El voladizo del tejado del colegio de Santa Rita sirve de lugar de nidificación para aviones comunes

Seguimos el descenso por la calle Eugenia de Montijo, dejando a la derecha el parque de la calle Patilla, antigua finca del colegio de Santa Rita. Es en este último en el que realizamos la siguiente parada, ya que es el lugar elegido desde hace unos años por una colonia de aviones comunes para instalar sus nidos. Gran tranquilidad, saber que a estos devoradores de mosquitos no se les importuna destrozando esta zona de anidada.

Parque de La Palmera: a la espera de la estatua de Rosendo

Cerca está el parque de Las Palmeras, o de La Palmera, lugar elegido para instalar en un futuro, esperemos que cercano, la merecida estatua de un insigne roquero del barrio. No, no es el avión roquero, sino Rosendo Mercado. Aquí nos topamos con uno de los impactos que sufre la biodiversidad urbana: la invasión del ailanto. Se trata de una especie de árbol muy utilizado en jardinería que en algunas partes casi oculta a las palmeras.

La finca de Vista Alegre desde la valla de la calle de General Ricardos

Estamos ya en la fachada de la finca de Vista Alegre, que compartimos con el parquecito situado entre las calles de Muñoz Grandes y General Ricardos. Sigue siendo muy triste que tengamos que admirar el patrimonio artístico y de flora y fauna de la finca de Vista Alegre desde fuera, porque ni la Comunidad ni el Ayuntamiento de Madrid son capaces de acondicionarlo y abrirlo definitivamente a las vecinas y vecinos de Carabanchel.

Los jardines de Enrique Morente se sitúan en la plaza conocida como Puerta Bonita

Me comentan que se han llegado a oír oropéndolas en su interior. No lo podemos corroborar de momento, pero sí el bullicio de palomas, carboneros, urracas y mirlos. Y también la posibilidad de estar en uno de los rincones de la finca de Vista Alegre que quedaron fuera del perímetro cerrado y que ahora se han convertido en los jardines de Enrique Morente.

Fachada de la Fundación Goicochea Isusi, muy apreciada por los vencejos comunes

Unos pasos más abajo, otro edificio histórico se convierte en lugar de nidificación para las aves. Los vencejos comunes aprovechan las numerosas grietas de lo que queda en pie del antiguo asilo de la Fundación Goicochea Isusi. Si se rehabilita es posible que estos maestros del aíre deserten de aquí, pero también resulta incomprensible que un edificio de estas características se encuentre en semejante estado de ruina. Los espesos jardines de la plaza de Oporto completan esta parada.

El Ayuntamiento de Madrid respondió enseguida a nuestra denuncia de la situación de algunos parques en torno al metro de Urgel (antes y después)

Y comienza lo peor, situado en torno a los jardines y miniparques de las dos salidas del metro de Urgel. Los miniparques con añadidos de descampados en abandono que confluyen en la calle General Ricardos con las de Algorta, Camino Viejo de Leganés y Sallaberry muestran un compendio de suciedad fruto de la insolidaridad de las personas y de la dejadez del Ayuntamiento, que, todo sea dicho, reaccionó rápidamente con la limpieza cuando denunciamos dicho estado.

Punto y final del pajareo urbano por miniparques de Carabanchel en los jardines del Puente de Toledo

Estamos llegando al final del recorrido, al pie de otro edificio histórico de Carabanchel, la parroquia de San Miguel Arcángel. Los pinos que crecen en la plazoleta adyacente nos regalan la compañía de una especie no vista hasta ese momento, el carbonero garrapinos. Ya al final, asomados al río Manzanares desde los jardines del Puente de Toledo, se suman gaviotas sombrías, ánades azulones y gallinetas comunes.

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