Ministerios y ministerias

Por Revistaletralibre

© Pedro Jaén
(@profesorjaen)

Estos primeros días de junio, los españoles que madrugamos, trabajamos, producimos, cotizamos y pagamos impuestos observamos desde la barrera cómo Pedro Sánchez, el que resurgió de las cenizas del PSOE, aumenta el número de ministerios y ministerias de un Gobierno del que es Presidente de forma legal pero de aquella manera y pretende redecorar La Moncloa con un presupuesto no precisamente de Ikea.
Además, aunque uno no quiera enterarse, le van llegando los rumores y noticias de esos nuevos ministros famosillos y periodistas que ya la gente presupone y etiqueta como 'buenos'. Qué cosas... Hasta los presentadores de los informativos en televisión sonríen cuando hablan del nuevo Presidente y ya algunos han cambiado la espuma por la boca contra Rajoy (que supuestamente era de derechas) por el tuit cursi pidiendo ya su subvención. Y a ver qué pasa con el nuevo Fiscal General del Estado y el golpe de Estado separatista...
Con todo esto volvemos a comprobar cómo la izquierda controla los medios y es la que dicta lo políticamente correcto. Hasta parece que los enemigos de España con los que este Presidente se ha aliado tienen la boca cerrada (¿O quizás llena de billetes?)
El caso es que si no nos costara el dinero (el público, el de todos, no como dijera Carmen Calvo que no era de nadie...), el espectáculo de la formación de este nuevo Ejecutivo podría parecer un capítulo más de Supervivientes o Sálvame, pero no. Nos cuesta todo esto, y mucho. Al igual que otras tantas cosas en que estamos de acuerdo cuando hablamos francamente entre amigos (de todas las ideologías): las comunidades autónomas y sus parlamentos, defensores del pueblo, observatorios, televisiones públicas,... Diría también que el Senado, pero en estos tiempos comprobamos cómo puede ser de bastante utilidad para impedir que salgan adelante nuevas leyes-paridas del Gobierno.
Lo que también tengo claro, por desgracia, es que no se va a 'meter mano' a los asuntos realmente urgentes, importantes (y claro, poco populistas) como la educación. Una educación que premiara el esfuerzo y el mérito y no impusiera criterios políticos de no sé qué igualdad para hacerla más mediocre y adoctrinadora.

Los partidos han demostrado que miran por lo suyo y no por el bien común, que actúan como mafias saquendo las arcas públicas que vamos llenando cada mes los que tenemos una nómina.
Qué lejos estamos todavía de ser un país consciente de que lo que realmente genera riqueza, es bueno, necesario y revolucionario es reducir impuestos, defender la libertad individual y la propiedad privada. Por decir esto último, ya estoy hecho un facha de libro. Vaya por Dios.