Las ministras de Zapatero que posaron para las revistas de moda como en un serrallo se ofenden ahora porque el diario “Frankfurter Allgemeine Zeitung” publica un artículo irónico y divertido titulado "Las muñecas de Zapatero" sobre la rivalidad que mantienen entre ellas exhibiendo sus infinitos vestuarios.
La vicepresidenta De la Vega, a la que el periódico llama De la Vogue y señala como prototipo de la ministra-fashion o fashionista, ha denunciado el escrito sumamente irritada como “irrespetuoso, ofensivo, intolerable y antiguo”.
Esta furiosa declaración muestra una alarmante carencia de sentido del humor, de no saber reírse de sí misma, sano ejercicio y viejo bien característico de los europeos más cultos y cosmopolitas.
Revela también la vuelta de nuestros políticos al castizo catetismo malencarado, y la ignorancia de la tradición humorística, es decir, humanística, como la de Julio Camba, cuando describía, por ejemplo, el olor a putrefacción que exhalaban los parlamentarios.
Aquellos artículos, al contrario que ahora, provocaban jolgorio público entre los señalados, por muy irritados que estuvieran interiormente. Eran tiempos de Alfonso XIII y, luego, de la República.
Pero el franquismo se volvió torvo, y tras el paréntesis gozoso de la Transición hemos vuelto a las caras agrias y desabridas de Doña Carmen Polo, por mucho que estas políticas vistan ahora “À la mode” y estrenen espectaculares modelos cada día.
El “Frankfurter Allgemeine Zeitung” ya no tiene como corresponsal en España a Walter Aubrich, uno de los grandes informadores del último franquismo y la Transición. Estamos en otros tiempos y su sucesor actual, Leo Wieland, es un tipo corrosivo que escribe que cuando la historia defina el reinado de Zapatero dirá que fue tan sólo “un desfile de modas”.
Nuestras fashionistas, ante el artículo de Wieland, han perdido ya hasta el último rastro de glamour por el que las eligió Zapatero, porque ese glamour requiere también “avoir de l'humour ”.