Al igual que ya sucedió en su momento con Melissa Bachmann y con Juan Carlos de Borbón, entre otros, ahora se ha vuelto a abrir la polémica por la difusión de unas fotos en las que alguien posa jactancionsamente con animales nohumanos asesinados durante un safari de caza. En esta ocasión, la protagonista resulta ser una tal Kendall Jones. Aunque muchos otros actos de repudio similares no consigan la misma difusión, este tipo de condenas aparecen cada cierto tiempo en las redes sociales.
A mí no me sorprende que quienes han sido educados en el especismo se comporten de esa forma con otros animales. Lo cual nos engloba a casi todos nosotros. Ese comportamiento es consecuente con la idea de que los demás animales existen para ser utilizados por los humanos en nuestro beneficio. Lo que sí me resulta chocante que millones de personas en todo el mundo reaccionen contra esos actos de explotación animal al mismo tiempo que ellos explotan animales en su vida diaria. Esto sólo se puede explicar suponiendo que no han pensando la conexión entre lo que hacen diariamente a los demás animales y sus intuiciones morales básicas.
También sucede periódicamente una polémica muy parecida cuando se difunden imágenes del asesinato de delfines en Japón o de la tauromaquia en España. La gente reacciona como si los mataderos no existieran. Como si ellos mismos no dieran dinero todos los días para que asesinen a animales inocentes y luego comerse sus cadáveres y secreciones; y vestirse con trozos arrancados de sus cuerpos.
No hay pues diferencia entre comer animales o salir a cazarlos para divertirse. No hay diferencia entre disfrutar con peleas de perros y disfrutar comiendo animales. No hay diferencia entre obtener placer torturando a gatos y obtener placer por llevar un bolso de piel o una chaqueta de cuero. No hay diferencia porque en todos esos casos estaríamos causando daño, sufrimiento y muerte a otros animales por mero placer. Tenemos la misma necesidad de torturar perros para poder vivir que la de comer vacas. Es decir, ninguna. Participamos en la explotación animal porque nos limitamos a repetir un hábito que se nos ha inculcado y que reforzamos gracias al placer que nos causa. Sin tener en cuenta lo que esto implica a los animales que son utilizados para nuestro beneficio.
Mi teoría al respecto es que esto no es una simple imagen. Si de verdad creyéramos que los demás animales son meros objetos (pues así es como realmente los tratamos) no reaccionaríamos de forma diferente a cuando vemos como alguien destruye un jarrón o un automóvil. Sin embargo, lo peculiar de esta situación es que se trata de un espejo en donde nos reflejamos viendo lo que les estamos haciendo a los demás animales: destruimos su libertad y sus vidas por puro placer. Esto se contradice con nuestras intuciones morales más básicas que nos dicen que está mal causar daño o sufrimiento a otros animales sin necesidad.
A veces sólo nos damos cuenta del mal que hacemos cuando lo vemos en otras personas fuera de nuestro contexto habitual. Al ver estas imágenes es cuando nos damos cuenta de ello - cuando vemos objetivamente a otras personas hacer lo mismo que nosotros - y eso nos provoca la mayor indignación moral de que somos capaces: ver a alguien, de forma deliberada y consciente, provocar sufrimiento y muerte a individuos inocentes por mera diversión. Porque esto es lo que hacemos cuando consumimos animales, cuando los comemos y nos vestimos con trozos de sus cuerpos. Y no hay nadie con un mínimo de conciencia moral, por muy arraigado que sean sus prejuicios, que no sea capaz de verlo al menos en algún momento. Como sucede cuando miran estas imágenes.