Es característica del lugar el suelo empedrado, la madera y la forja, así como la influencia morisca y judía o los burladeros taurinos bajo el castillo.
Cada 9 de Septiembre se torea en el coso bajo la atenta mirada de la fortaleza medieval. En este precioso lugar resuena todavía vigoroso el nombre egregio de los Zúñiga, cuyo blasón puede observarse en el torreón principal. Me pierdo por pétreas escarpaduras y desemboco en la Casa Consistorial, en la calle Alhóndiga, con el orgulloso escudo de la villa: uno roble y unas cadenas que nos hablan otra vez de esa familia potentada y excelsa antes mencionada.
Es una delicia callejear por travesías como la de la calle El Pino y aledañas. En la de El Pozo están los orígenes prístinos de Miranda del Castañar.
Como digo, es idílico deambular sin prisas por esta zona de la villa, curiosear en las tiendas típicas y fisgar entre las rendijas de aberturas que dan a calles “intransitables”.
Es preciosa también la Plaza de la iglesia, así como los alrededores de la muralla panorámicos, a los que se accede a través del arco ojival en la puerta sur. Miranda del Castañar gozó de muy buena salud económica y social, sin bien ese páramo de grandeza decaería dramáticamente a partir del siglo XVI. Camino ahora por fidedignos remedos de la Alberca: casas de estilo colonial o estrecheces como la de las calles Abajo o Escuela.