Son días de viaje, de desplazamientos. Cambios de aire, del acondicionado de cada casa, al condicionado de nuestro destino. Da igual la categoría del billete, siempre que se haya tenido la suerte de reservarlo. No importa de donde vengas, siempre que puedas pagar a donde vayas. En la masificación de nuestras playas, arriba la soledad de los que no pudieron pagar un billete de barco a la tierra prometida. Bajo el mismo sol, la misma arena, se funden dos tipos de moreno: el de varias estrellas, y el desgastado de vida (estrellado); el del “todo incluido” y el que incluye su vida en una mochila; el que, tumbado mira al sol con los ojos cerrados y el que sólo puede ver una realidad monocromática.
Son miles los desheredados que en estas fechas abordan la frontera social de nuestras conciencias, esperando el añorado castigo de ganar un salario con el sudor de su frente; inducidos por sus vecinos que lograron el sueño en un país fuera de su tierra. El “buen tiempo” anima a todos éstos a cruzar un estrecho paso entre dos culturas. Un estrecho pasadizo entre la vida y la muerte, lo imaginado y la cruel realidad, convertida en números por las cifras de muertos que nunca pudieron contar las vacas gordas de Europa. Entre tanto, nuestros políticos siguen mirando al sol con los ojos cerrados, mientras los ciegos intereses de las mafias de contrabando humano hacen su agosto al tiempo que ellos.
Marcos Muñoz, publicado en Diario Jaén (27, Ago 03)