Como otros túrdidos, es bastante habitual localizar a los mirlos en el suelo buscando invertebrados, removiendo la hojarasca y el humus, y en invierno es muy corriente observarlos en los prados, clavando su pico en la tierra a la búsqueda de alguna lombriz.
Pero en esta época también se alimentan, y mucho, de bayas. Les encantan especialmente las más carnosas, y se vuelven locos por las de la hiedra Hedera helix, como este macho que observé ayer por la zona de Santiago de Ambiedes.
La verdad es que el mirlo y la hiedra adquieren una especie de simbiosis. El pájaro, después de digerir el fruto, expulsa la semilla y contribuye a la dispersión de la planta. Esta, por su parte, le ofrece refugio prácticamente durante todo el año (es una especie perenne) y un perfecto lugar donde anidar y criar a su prole. Vamos, lo que se dice un cariño mutuo.
Ayer fue un día interesante fenológicamente hablando. El calor del mediodía (se llegó a 20ºC) hizo que despertaran de su letargo algunas especies de mariposas. Por la misma zona del mirlo pude ver sendos machos de cleopatra Gonepteryx cleopatra y limonera Gonepteryx rhamni, además de una hembra de alguna de estas dos especies. Este es el macho de limonera en vuelo.
Además escuché los primeros cantos del año: carbonero común, jilguero y verdecillo.