Además, nos dijo que si bien con él se abría una brecha importante en el mundo de las comunicaciones, el mayor impacto se iba a dar en el ámbito periodístico, ya que además de poder elegir libremente los contenidos y no tener que atenerse a las malditas reglas de espacio, los trabajadores de la pluma iban a encontrar a través de su utilización la tan ansiada independencia, aislada de los rígidos manuales estilo y de aquellas presiones que aunque no se dicen, en los medios tradicionales se presienten.
Por las dos características que enumeró fue que me sedujo la idea de tener el propio. Así es como sin saber muy bien cómo, cuándo, ni para qué, comencé a transitar la ardua tarea de generar uno. El primer problema fue el cómo. Había que elegir entre varias plataformas y, al ser nuevas, todas ofrecían la misma cantidad de aspectos malos como buenos. Finalmente, y luego de mucho probar me decidí por Bitácoras.com (después, indeciso migré a Wordpress, a Blogspot y Zoomblog hasta que me decidí por blogspot en su actual versión mejorada).
El segundo conflicto surgió al preguntarme ¿Para qué?. La respuesta parecía clara y evidente: para alimentar el placer de la escritura, pero ahí surgió un segundo interrogante que fue ¿Para escribir acerca de que?. Y ahí la cosa se puso más difícil. Desde siempre mis dos grandes aficiones fueron, por un lado las historias relacionadas con los viajes y por el otro, el cine. Desde pequeño recortaba fotos de lugares emblemáticos del mundo – e imaginaba que estaba allí- y con el cine, muchas veces, lograba alcanzar el mismo efecto.
De ese modo me dí cuenta de que la decisión iba a ser difícil y por eso resolví la situación aplicando un fallo salomónico: escribiría dos blogs: uno de cine y otro de viajes. Como bagaje y background en el tintero contaba con cientos de horas de cinefilia en mi haber y varios kilómetros recorridos en la mochila. Pero resuelto ese conflicto, surgió el tercero que era el relacionado con la identidad. ¿Qué nombre tendrían?
Para el de viajes no lo dudé: Bitácora de viajes era el indicado, ya que cada vez que escuchaba la frase me hacía pensar inevitablemente en los escritos de Marco Polo, los diarios de viaje de Colón y las crónicas de Ulrico Schmidl. En cambio, para el de cine, pensé que no podía llevar otro nombre que no fuera el de mi película favorita, esa que me emocionó y que me sigue emocionando como el primer día: Cinemaparadiso, del italiano Giuseppe Tornatore.
Durante el tiempo que publiqué ambos blogs en simultáneo mucha fue el agua que corrió bajo el puente. Respecto de los viajes logré conocer el continente europeo en su totalidad, visité México, Guatemala, Brasil, Egipto, Uruguay, Perú, Bolivia y tuve el inmenso placer de descubrir los paisajes más bellos de nuestro país . En el camino vivencié historias, ví retratos y experimenté anécdotas que moldearon inevitablemente quien soy en la actualidad.Mientras tanto, en el ámbito del cine tuve la posibilidad de publicar en diferentes medios de aquí, de España y Latinoamérica, cubrí varios festivales de cine (el Internacional de Mar del Plata, algunos BAFICI y otros de tipo temático), me relacioné con personajes que jamás imaginé tener a menos de un metro de distancia y hasta incluso pude realizar la escritura de un guión para cortometraje, el cual filmé y en algún momento editaré para presentarlo en sociedad.
Hace poco más de un año sentí el cansancio que implica mantener dos blogs. Además, me parecía que había llegado el momento de unificar ambos en uno, a la vez que, en lo personal, me daría una mayor amplitud temática a la hora de escribir ya que los viajes y el cine me estaban haciendo sentir que me movía dentro de un campo temático acotado y que era hora de hablar, también, de otras cosas.
Agradezco profundamente a los lectores que durante este tiempo me leyeron, me alentaron a seguir y me hicieron sentir su presencia con comentarios, referencias y reconocimientos de afecto. Hago también extensiva mi gratitud a todos aquellos que me prestaron su ayuda y sus conocimientos para que hoy pueda llamarme “Blogger” y, especialmente, a Mariel, aquella profesora de semiótica que, de no haberme aconsejado como lo hizo, este posteo, quizás, jamás hubiese existido.