Mis anécdotas del idioma
Publicado el 02 noviembre 2012 por Bebloggera
@bebloggera
Por Tania Yesivell desde Honduras
Un evento reciente me recordó una serie de situaciones sobre el uso del lenguaje que definen, en cierto grado, mi proceso de aprendizaje del español. Los estándares, regionalismos, reglas, errores... hay tantos detalles de los que ni siquiera nos damos cuenta, ya que hablar (o escribir) es algo demasiado natural para nosotros.
Recuerdo que en el colegio, cuando yo era una combinación de inocencia y egocentrismo (nadie dice que eso pueda cambiar mucho en unos pocos años), discutía con mis compañeros porque, según ellos, yo no pronunciaba correctamente algunas palabras. Es que tenía la costumbre de usarlas como aparecían en los libros y en el diccionario. Pero, ¡nadie aquí las usa de ese modo!
Ya no discuto por eso. Aprendí a aceptar los regionalismos y entendí que no siempre tengo la razón.Lo curioso es que, cuando me señalaron por primera vez el uso de los guiones largos, actué del mismo modo que si fuera un error ortográfico ajeno: "que lo hagan así si quieren; pero yo no, porque no tiene sentido". Luego me involucré en forma seria con la escritura y aprendí el valor de un estándar. Entre una lectura aquí y una conversación allá, encontré el sentido de esos incomprendidos y ahora, me parece que los uso como se debe. Es solo el primer ejemplo que recuerdo, pero la realidad es que ahora entiendo para qué son las tildes, que las comas salvan vidas y que uno no puede elegir palabras al azar. Porque se supone que todas las molestias que nos tomamos para aprender a hablar, escribir y leer, son para comprender y ser comprendidos. No funciona si cada quien anota lo que quiere. Todos erramos. Además tanto regionalismo... de eso hablaremos otro día, es un tema en sí mismo. Volviendo al punto, lo que quiero decir es que al menos debemos intentar ser claros si esperamos que alguien nos entienda. Y creo que eso es lo que queremos. Hasta existe una entidad para regular los estándares. No obstante y sin intención de criticar, me parece que un estándar no sirve si cambia muy seguido. O más bien, no es de mayor ayuda que ver en el facebook que palabra está de moda.Supongo tienen algún motivo para realizar los cambios, pero si la idea es acomodarse a las mayorías que tienen desánimo de utilizar un estándar, no hace falta: estas personas ya estaban escribiendo como mejor les parecía. No digo nada sobre registrar nuevos términos porque no es tan confuso encontrar nuevas palabras en el diccionario.Empiezo a sonar como si la RAE tuviera la culpa de todos los problemas de redacción y ese, no es el caso. A menudo es terquedad de uno; a veces falta de lectura y en otros casos, una simple confusión.La mayor parte del tiempo, la causa es un misterio. Como mi permantente duda antes de escribir el nombre de un día de la semana o un mes. O lo escribía de cualquier modo o me quedaba un rato tratando de decidir a quién hacerle caso. Todo porque se me enseñó que van con mayúsculas siempre y sin ningún pero; el tipo de instrucción que uno jamás olvida. Después me enseñaron exactamente lo contrario. Así que, ¿lo que supe toda mi vida, o el dato más reciente? Asumiré que las cosas han cambiado (tengo que darle el beneficio de la duda a mi maestra de primaria) y me quedaré con la versión actual porque no me parece demasiado relevante. Y antes de acabar por fin tanta palabrería, permítanme confesarles que sigo evitando los estándares que no tienen sentido, pero ahora intento encontrar esa razón de ser antes de hacerles una huelga. ¿Qué hay de ustedes? ¿Alguna vez han descubierto que llevan toda la vida pronunciando mal una palabra? ¿Han pasado la vergüenza de corregir a alguien por emplear palabras como "setiembre", solo para descubrir que es una escritura aceptada? ¿Qué hacen cuando cambia un estándar o descubren uno que ignoraban?