No sé zurcir. Mi madre me enseñó, pero yo no aprendí. Aunque razones y ocasiones no me faltaran, no practiqué lo suficiente. “¡No entiendo cómo haces para venir siempre con los bolsillos agujereados!”, se desesperaba mi madre cuando, plancha en mano, descubría esos agujeros en mis sufridos pantalones.
¿Quieres saber cómo lo hacía, mamá?
Por cierto, me he dejado la navaja, pero es que ésta sólo sale del bolsillo en mis momentos McGyver (y éste no era el caso).
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